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Upata desde la cima del cerro El Toro a finales de junio del 2015 |
Aeropuerto y autopista a Guasipati, al fondo cerro Santa María, llanuras del Carichapo Guanaraparo El Cume y cordillera de Tomasote al fondo, en la frontera de Padre Chien con el municipio Roscio. |
Avenida Valmore Rodríguez |
Casa de los Niños Libertador, Centro de Misiones y bloques de la urbanización Cacique Yocoima |
Un 7 de julio de 1762 los
padres capuchinos catalanes, por mandato de su orden religiosa y con
el permiso del Rey de España, fundaron la Villa de Españoles de San
Antonio de Upata, asentada sobre un hermoso valle que ha sufrido
significativos cambios en el uso de la tierra, donde hoy conviven por
lo menos 120 mil habitantes.
La fecha es motivo de júbilo
popular e institucional, pero más allá de actos oficiales y
efemérides burocráticas tenemos una larga lista de necesidades y
retos que enfrentar para que la ciudad en expansión tenga mayor
calidad en sus servicios, mejores oportunidades de progreso, sitios
para la sana recreación y una infraestructura urbana más moderna y
funcional.
Geología precámbrica
clima suave verde valle
Upata tierra de verdes y
variedades de plantas, ornamentos, frutales y montes para todos los
gustos, colinosa, intrincada, sabanera, de selvas y peñascos en
exhibición, de piedras enormes ancladas a la tierra por no menos de
2 mil millones de años.
Se dice rápido, pero lo
cierto es que este valle, o mejor su basamento cristalino, y sus
incontables guijarros, guarataras, regados por sus patios y
callejuelas, por sus campos y solares, tiene más edad que cualquier
forma de vida primitiva y una riqueza mineral de hierro, manganeso,
arcillas caoliníticas, granitos y dolomitas, aún inexplotada.
Con sus 25 grados a la sombra
de temperatura promedio, sus 1100 mm de lluvia, a su altura de 360
metros sobre el nivel del mar, con su aire cristalino, golpeado por
humos de aserraderos infames que desprecian al medio ambiente, Upata
sigue siendo referencia para todo aquel que aspira conocer sus
tradiciones, su historia, sus edificios patrimoniales, su gente
sencilla, amable, de hablar rápido y fiestera como pocas.
El simbolismo de la Tierra
Upata es nombre indígena que
nos remite al homenaje que nuestros guayanos le rendían a la madre
tierra. Mi Suelo, Rosa del Bosque, India Enamorada. Todos esos
significados, poéticos, símbólicos, reales, nos remiten con la
sonoridad de su sencillez Up Ata a tiempos pretéritos de armoniosa
relación de los que vivían en el Valle, disfrutando su bondadoso
clima, su entonces hermoso río Yocoima y sus verdes colinas, selvas
y sabanas. Donde se esparcen no 9 sino decenas de cerros y lomas,
Toro, Corozo, Guacarapo, Los Chorros, Carata, Copeyal, Algarrobo,
California, Cacahual, Chapire, Madama, La Cruz, San Germán, San
Lorenzo, Cupapuí, El Aguador, Santa María, Curagual, Orégano, Las
Lomas, El Buey, entre otras.
Sus aves miles, sus historias
de aparecidos, sus atardeceres de crepúsculos maravillosos, sus
mañanas neblinosas, evocaban un estado ideal de felicidad, que de
repente se vio interrumpido por la presencia abrupta de colonizadores
y conquistadores de aspecto extraño, que por la fuerza y por la vía
del discurso religioso cristiano se convirtieron en los nuevos amos
del valle.
Patrimonios naturales hay
muchos en esta Tierra Mi Tierra. Aves al vuelo incansables,
paraulatas, cristofués, azulejos, los negros garrapateros, los
alcaravanes o teu teu, sus cari cari, sus pájaros tijeretas o
milanos, chonchines o cucaracheros, potocas, pericos cara sucia,
loros, golondrinas, guacharacas, con los gritos tronadores de los
aulladores araguatos y con las sombras enormes de samanes sembrados
en cada rincón famoso de su viejo damero, ceibas en descenso, caros
caros, algarrobos, jobos, mangales por centena, apamates,
chaguaramos, robles, cedros, con sus flores miles, con sus araceas,
con sus indios desnudos, chaparros, mantecos, guayabitas, carrizos y
piñones.
Humanizar la ciudad
Entenderla Ecológica
Al cabo de 253 años de
historia largas han sido las decepciones y las ofertas incumplidas de
gobernantes que no han podido convertir a esta tierra en un modelo de
convivencia, desarrollo, organización y bienestar. Retos enormes nos
esperan en esta primera década del tercer milenio, para que Upata
por fin vea esplendorosa la irrupción de un tiempo distinto, más
grato, con la posibilidad de que la ciudad sea más habitable, con
espacios para el encuentro, museos, teatros, paseos, parques, centros
deportivos, empleo, casas históricas y auténticos líderes luchando
por transformarla en la auténtica Casa de Todos.
Con su base agrícola,
pecuaria, de ganadería vacuna, aserrío y carpinterías, comercial,
de servicios, hoteles, Upata no obstante sigue en franca expansión o
permanece en pie, orgullosa, altiva, defensora de sus tradiciones, a
pesar de fisuras, desencuentros y letargos.
Upata, la del Yocoima, la Rosa
del Bosque Mi Tierra, la de reminiscencia indígena sigue ansiando
que sus servicios sean mejores, que sus calles continuen recibiendo
la inversión requerida, que su electricidad por fin sea estable, que
la inseguridad y la muerte súbita en rencillas de odio, dé paso a
un tiempo de convivencia y hermandad.
Acá hace falta y mucho el
trabajo estable de industrias, comercios, servicios, agricultura
intensiva, minería y otras faenas humanas. Y sobre todo se tiene una
enorme deuda con esta naturaleza prodigiosa, con nuestro contaminado
río Yocoima, con sus colinas arrasadas por conuqueros y terrófagos.
Casco Viejo torbellino de
carros y desorden urbano
Torbellino de gentes, carros
en demasía, caos urbano, edificios sin la armonía de tiempos
pretéritos, un casco central desordenado, anárquico, que rinde poco
tributo a la memoría arquitectónica frágil de los abuelos que ya
se fueron.
Así es Upata, la de este
convulso 2015, una ciudad que crece hacia dentro y despedaza su
ombligo, tomando rumbo en formas cúbicas que se erigen como
depósitos de mercancias, en un religioso culto al comercio en todas
sus formas. Pero que también se engulle sus lejanas sabanas para
trasmutarlas en espesas zonas residenciales.
Upata es pueblo histórico y
de abolengo cultural que pretende erigirse en ciudad, que no obstante
no encuentra su identidad como realidad urbana estéticamente
agradable. Pero es Upata. No hay otra. Es un destino trazado desde la
óptica del capital que se reproduce en comercios y automóviles, que
no dejan espacio al caminante.
Los peatones acá no tienen
aceras para su movilidad deben hacerse su camino al andar,
serpenteando entre los recodos de tarantines, aceras escarpadas, y
trampas urbanas, para no fallecer en este bosque de obstáculos.
A pesar de todo Upata sigue
vital y hermosa. De su pasado indígena poco o nada queda salvo su
sonoro hombre de tierra amada. De esa huella étnica originaria
apenas sobreviven palabras o pequeñas costumbres alimentarias.
Aquellos hermanos pariagotos, guayanos o arinagotos sin dolientes,
que habitaban el valle y sus cercanías fueron enmudecidos,
aplastados y exterminados por conquistadores y colonos. quienes
enceguecidos por su supuesta superioridad como seres civilizados
terminaron por erradicarlos de este valle, junto a sus cultos por la
Tierra y sus dioses, sus mitos y leyendas, su cultura de yerbas
medicinales y herramientas sencillas.
El turismo opción de
progreso y encuentro
La combinación de sabanas,
montañas, colinas, cursos fluviales, lagunas, embalses, rocas
milenarías, pueblos agrícolas y pecuarios, zonas de cultivo, campos
ganaderos, selvas tupidas, huellas ancestrales de grupos humanos,
áreas urbanas, relieve, planicies elevadas, saltos de agua,
raudales, aves tropicales, flora lujuriante, en esta zona del estado
Bolívar, es prodigiosa y atractiva. Por eso Upata puede y debe ser
una ciudad abierta al turismo, preámbulo ideal antes del contacto
directo con la maravilla ecológica de la Gran Sabana.
Hace falta promoción, sentido
de pertenencia con nuestros escenarios naturales y humanos, hace
falta que quienes nos gobiernan entiendan que Upata y su extensa zona
de influencia puede ser un destino para el turismo masivo
agroecológico y de aventura, como antesala de las tierras altas,
tepuyes, cataratas y climas primaverales de la Gran Sabana.
La ciudad del siglo XXI
Avenida Raúl Leoni frente al Parque Bicentenario |
Han pasado más de 10 años
desde que la tribuna del periodismo militante soñamos con una Upata
consolidada vital organizada y plena. Ese afán sigue en pie. La
ciudad sigue esperando.
Espera su Polideportivo, que
no lo tiene.
Espera por su parque
metropolitano, que está ausente.
Espera por alternativas viales
para su congestionado casco central, que no surge de la mente
cortoplacista de quienes son inquilinos del poder local.
Espera
por un nuevo acueducto que complemente a los ya colapsados de Guri y
Cupapuicito.
Espera
su teatro, su concha acústica, su sala de concierto, su museo, su
cine, en fin espera por espacios para la proyección recreación
cultural.
Espera por su estadio de
fútbol, que supere el raquitismo de sus canchas.
Espera por un gimnasio con
tabloncillo, como si lo tiene Guasipati, cinco veces más pequeña.
Espera por un auténtico
sistema de transporte público, que garantice la movilidad y el
confort que hoy no tienen sus estudiantes y trabajadores.
Espera que esa enorme pared
frontal despreciada y sin vida de su Edificio Municipal se convierta
por obra y gracia de sus artistas plásticos en el gran mural de la
ciudad.
Espera el rescate de sus
abandonadas plazas.
Espera que su zona protectora
verde sea rescatada como patrimonio natural.
Espera que su Toro mítico
además de refugio de antenas y conucos, sea nuestro gran parque
natural, al igual que El Corozo, La Carata y otras tantas de sus
incontables colinas..
Río Yocoima en creciente entre calles Piar y el Puente de la Bolívar |
Espera que el Yocoima vuelva a
la vida y que las aguas contaminadas no sigan mutilando sus
ecosistemas. Urge que la ciuda tenga su planta de tratamiento de
aguas servidas.
Espera que sus quebradas hoy
convertidas en depósito de escombros, malezas y putrefacción sea
debidamente canalizadas.
Espera que su aeropuerto sea
realmente aeropuerto.
Espera que se instaure el
respeto por los espacios públicos, que los boulevares proyectados o
anunciados se hagan realidad.
Espero que sus instalaciones
públicas, deportivas, escolares, casas patrimoniales, árboles
patrimoniales o emblemáticos, sean conservadas o rescatadas del
abandono.
Espera que se restituya el
respeto al derecho de todos a vivir en armonía con el ambiente, sin
la opresión del bullicio y el temor a la delincuencia desatada y
asesina.
Espera que sus centros
universitarios tengan una infraestructura más adecuada.
Espera que ese enano obelisco
conmemorativo de su Bicentenario sea de verdad un obelisco y no ese
raquítica imitación.
Espera que sus Alcaldes la
quieran de verdad y dejen de rendir culto al micrófono y la
improvisación. Estamos esperando. Son tantas ausencias. Hay que
empezar ya. 253 años es como mucho tiempo…
Zona de expansión urbana,comercial e industrial al Este de Upata,en primer plano San José La Romana. |
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