El 12 de octubre del 1492 se inició en América un proceso histórico de conquista y exterminio de las poblaciones originarias del continente, que no ha cesado, y que debe ser motivo de reflexión para quienes creemos en la diversidad cultural.
En Guayana el desplazamiento, aniquilamiento o exterminio de nuestros hermanos indígenas fue particularmente bestial, ya que con el disfraz de la Cruz y la Santa Religión Católica, los ancestros indígenas del Norte y Oriente de la región, en las sabanas y valles del Caroní y el Yuruari, así como en la zona Norte de Imataca, fueron prácticamente borrados del mapa, apenas quedan como reminiscencia de ese pasado étnico algunas referencias geográficas, nuestro pan de yuca Casabe y uno que otra tradición gastronómica o el uso de plantas medicinales.
Nombres como Upata, Guasipati, Carichapo, Yocoima, Currucay, Yecuario, algunos de ellos casi no utilizados, son el legado de aquellos pueblos que habitaron este territorio, aniquilados por enfermedades, impulsados al mestizaje, al cambio de su cultura y mitología, modo de vida y cosmovisión.
Hoy 12 de octubre reciban nuestros hermanos indígenas, los desplazados, los que se han ido, nuestro mensaje de aliento. Desde el Valle del indio Yocoima, de la india Upata, jamás los olvidaremos, jamás dejaremos de ser solidarios con su vibrante cultura.
(En la imagen superior izquierda niños jugando en su escuela de la comunidad indígena de Kamaria, en el municipio Sifontes del estado Bolívar, una de las pocas sobrevivientes al exterminio étnico impuesto desde el Imperio Español a finales del siglo XV)
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