Imagen escultura de San Miguel Arcángel Santo Patrono de El Palmar, localizado en la Iglesia Parroquial de esta población del Sur de Bolívar.
(Foto: Diócesis de Ciudad Guayana)
(Foto: Diócesis de Ciudad Guayana)
Aunque nacido en Chaguaramas estado Guárico en 1850, el polémico escritor, comerciante, minero, político con varios periplos en cárceles, Don Celestino Peraza fue un excelente contador de historias y leyendas, las cuales reunió en uno de sus libros más preciados "Leyendas del Caroní", obra editada en 1908, de obligatoria consulta y lectura para quienes pretenden acercarse a Guayana y sus tradiciones y mitos. Otra obra de Peraza muy divulgada y de lectura imprescindible es "Los Piratas de la Sabana" que narra la historia del robo a mano armada al Correo del Oro, hecho acaecido en Rancho de Tejas entre Guasipati y Upata, cerca de la actual Villa Lola, donde fue asesinado el estadounidense Frank Bush. El libro "Leyendas del Caroní" reeditado o publicado en la Colección Biblioteca Popular Venezolana del Ministerio de Educación y la Academia Nacional de la Historia, se mantiene como uno de los textos más conocidos de la literatura guayanesa.
Junto a los Anales de Guayana de Bartolomé Tavera Acosta, el Diario de Viaje de John Princep, Geografía Médica del Yuruari del doctor upatense Eduardo Oxford, Upata de nuestro cronista eterno el doctor Carlos Rodríguez Jiménez, Aspectos Geográficos del Estado Bolívar Marco Aurelio Vila, entre otros, esta obra de Celestino Peraza "Leyendas del Caroní" nos remite a la época de las misiones del capuchino, cuentos, leyendas, tradiciones noveladas y episodios fantásticos o de ficción , todos ellos sin embargo narrados con abundantes elementos reales y referencias históricas, culturales, geográficas, sociales y económicas concretas, donde por igual el comerciante guariqueño nos introduce en el mundo de la minería y sus aventuras, miserias y anecdotas.
Estas historias, mezcla de mitos, leyendas, cuentos de supuestos aparecidos, relatos de pasiones humanas, de ambición y hasta locura, están enmarcadas en cada una de las misiones capuchinas fundadas al Sur del Orinoco, desde las más alejadas en la cuenca del Yuruari hasta las cercanas al Caroní y la región de Upata.
De esta recopilación de historias noveladas o ficticias transcribimos el texto o relato "El Milagro de San Miguel" referido a un incidente menor pero jocoso que le sucedió a la feligresía y al cura del pueblo de El Palmar, donde se le rinde culto y veneración religiosa al Arcángel más famoso de la tradición e iconografía católica popular venezolana. Así inicia su relato Celestino Peraza:
"Mucho tiempo hacía que el señor de El Palmar se devanaba los sesos buscando un tema apropiado para el sermón de la fiesta que se preparaba.
Tratábase nada menos que del Día de San Miguel Patrono del pueblo y el Santo de más prestigio en 20 leguas a la redonda...
San Miguel de El Palmar fue fundado por los capuchinos, el año de 1746 y es de los muy pocos que han sobrevivido a la ruina general de las Misiones Guayanesas.
Es un pueblo bonito, de buen clima, de tierras fértiles, y tendrá un gran porvenir si el ferrocarril de las minas del Yuruari se tiende por Saravia porque le pasará, como quién dice, por el patio de la casa. Y por cierto que es la línea más corta.
Hablábamos del prestigio del santo. En efecto cuando se acercaba el 29 de septiembre se preparaban a la vez las caravanas de Upata, Santa María, El Callao, Guasipati, que apretaban de gente la pequeña población, desde la víspera de la fiesta y los días siguientes.
Era que por la fama del Santo alcanzaba con sus numerosos milagros o bajo pretexto de esa fama se daban allí cita todos los jugadores de envite y azar, todos los bailadores, todos los alegres de los Departamentos Piar y Roscio (Upata y Guasipati), porque todos les era permitido en aquella fecha memorable. En cada casa había un baile, en cada calle 20 mesas de juego, y en cada cuadra media docenas de idólatras de Baco.
El Santo era una hermosa escultura en madera traído allí desde la fundación del pueblo. Su talla semejaba la de un antiguo romano, muy superior a la del tamaño del hombre más alto de nuestro tiempo. Así debió ser el original para poder subyugar al marido de Proserpina y humillarlo a su favor.
Los exigentes en materia de escultura sólo le habrían encontrado un defecto y era que, aún para su talla colosal, el vientre de la imagen parecía un poco abultado; y nosotros en el defecto porque así era en realidad.
No hallaba el señor cura un tema apropiado y nuevo para la fecha clásica del año a que nos referimos 1876. Toda la historia del Santo había salido ya por la boca del prelado en los años anteriores. Así como el recuerdo de todos los milagros hechos por el ejemplar en madera que El Palmar reverenciaba representados en mulitas, vaquitas, caballitos y todo género de figuras en miniatura, todas de oro, que llenaban los brazos y cuellos del Bienaventurado..."
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