martes, 24 de julio de 2018

Atardecer Turismo y Faena de Pesca en el Orinoco de la antigua Angostura del Río Ciudad Bolívar

Aglomeración humana observando corriente y pescadores
El Orinoco en creciente todo un espectáculo frente a Ciudad Bolívar.


Faena de pesca, equilibrio y destreza en el manejo de las atarrayas
Entrando ya en la última semana del mes de julio, a escasos días de su creciente máxima anual, el Río Padre, el Orinoco se convierte una vez más en el principal protagonista escénico de la histórica Ciudad Bolívar. Frente su Paseo malecón homónimo los atardeceres se llenan de turistas nacionales y foráneos, que con asombro y  expectación contemplan su corriente impetuosa, cada vez más caudalosa en cuanto el río se aproxima a su canal más estrecho frente al Mirador Angostura.

Desde el Malecón Paseo Orinoco al fondo el Puente Angostura

Piedra del Medio y Angostura del Río
En ese paraje del curso fluvial el Orinoco tiene como punto de interés entre otros la Piedra del Medio, laja granítica remanente del Macizo de Guayana, hace más de 200 años bautizada por el naturalista alemán Alejandro de Humbolt como el Oriconómetro, ya que a simple vista nos permite visualizar sobre su pared Sur las marcas de las crecientes del Gran Río, ninguna de las cuales ha logrado hasta ahora tapar por completo esa enorme roca, cuando mucho le han rozado su cima sin ocultarla.
La estrechez del cauce precisamente fue le que le dio el nombre a la histórica Angostura del Río fundada por el español Joaquín Sabás Moreno de Mendoza en 1764. Para muchos esta cercanía tan inusual de las dos márgenes del río  resulta insólita para un cauce que apenas a un kilómetro de distancia frente a la isla cercana de El Degredo tiene no menos de 2 kilómetros. En este canal del Orinoco que se muestra en todo su impetuoso esplendor la distancia entre ambas orillas es menor a 900 metros. Lo que nos deja presenciar los detalles pedregosos y la orilla agreste del caserío hermano de La Encaramada de Soledad, capital del municipio Independencia de Anzoátegui, población que comparte con Ciudad Bolívar el privilegio de ser acariciada por el Río Padre conformando una triada paisajística de indudable belleza escénica. 
Julio de creciente y pesca
Otra panorámica del Orinoco en su tramo hacia el Comando Fluvial
Para finales de julio el Paseo Malecón no tiene el movimiento humano masivo que en agosto se hace Fería del Orinoco en honor a la Virgen de Las Nieves, cuya celebración histórica cada 5 de agosto coincide precisamente con la fecha de la máxima creciente anual del Gran Río Padre. No obstante ya en estas fechas de lluvias torrenciales y humedad extrema los visitantes, los vecinos del cercano barrio Perro Seco, de La Toma, de San Rafael, de La Alameda, del Casco Histórico, de tantos otras urbanizaciones y sectores cercanas o lejanos al Paseo, comienzan a confundirse con turistas y curiosos, ante la proximidad de la Feria y la anual creciente máxima del Río. Con el añadido de que este año se siente más dinamismo en el Paseo Orinoco, ya que se comenzó a pregonar en todos los rincones de la capital de Bolívar, que la creciente del 2018, va con todo, es enorme, y ante las dudas y la expectativa, sobre todo al bajar el Sol inclemente, al Malecón acuden centenares o miles de visitantes por día, interesados en contemplar al Río, sus atardeceres, suaves brisas y los remolinos fluviales, que se amontonan frente a la Cruz del Perdón, en lo que alguna vez fue la Laja de la Sapoara, pero que se calman un poco frente al  tradicional Puerto de Blohm, antesala del Casco Histórico de la ciudad. O los que acuden en grupos para admirarse con las maniobras de los pescadores montados en posiciones insólitas de equilibrios en sus estrechas embarcaciones de madera. Y para contemplar a los menos osados que desde la seguridad de las plataformas, cada vez más cercanas al cercado de seguridad del Paseo, demuestran sus habilidades en el arte de lanzar las atarrayas o trabajar con el anzuelo, como técnica de captura de los exquisitos pescados de agua dulce.
Pescadores artesanales expertos en el arte de la captura con red
Preciso tomar en cuenta que a los pescadores protagonistas del Orinoco en estos días de creciente, los anima además de su lucha por e sustento el privilegio de ser los primeros en capturar  las sapoara de la temporada, lo que le permite disfrutar de días de gloria, fama y portada segura en los periódicos matutinos de la ciudad. Porque no hay duda. Desde sus lagunas lejanas ya vendrán en tropel las ansiadas sapoaras de agosto, en procesión acuática con los bocachicos, y otras tantas especies de río.
Boras y atardeceres 
Crepúsculo del Orinoco el 24 de julio del 2018, coincidiendo con la fecha del nacimiento del Libertador
 Aunado a ello es notable la curiosidad por presenciar el desfile de las boras en movimiento: plantas acuáticas, que como navegantes extraviados, descienden desde las lejanas lagunas azotadas por la creciente del Orinoco, para dejarse llevar errantes por la corriente del río, en contraste su verde intenso, sus ovaladas o redondas hojas y su forma de pequeñísimo isleta vegetal, con el pardo claroscuro del curso fluvial. 
Como hay motivos para todos los que admiran el espectáculo del Orinoco frente a Ciuad Bolívar, también arriba en el cielo del Poniente se dejan sentir y percibir los atardeceres más maravillosos de la Guayana, cuando el Sol se oculta en las sabanas y mesas de Anzoátegui, para regalarle a los  más sensibles la sensación única de gozo que producen esos crepúsculos que tapizan la lejanía y el cielo tropical, complemento de toda esta experiencia única de contemplación del Uyapary de los indígenas y sus paisajes de tierra y cielo.

Con el telón de fondo del Orinoco y su puente Angostura, posando Albany Ruiz Idrogo, futura médico de la República, quien nos suministró el material fotográfico y los videos de este trabajo especial sobre el Río Padre. Con ella sus futuros colegas médicos Fabiola Azócar, Patricia Anton y Cristina Valencia, todas aventajadas estudiantes de Medicina de la UDO Ciudad Bolívar.
Postales del Orinoco
En esta breve crónica insertamos como es habitual algunas muestras fotográficas del atardecer en la vieja capital de la Provincia de Guayana del martes 24 de Julio de este año 2018, para mayor coincidencia fecha del natalicio del Niño Bolívar, del Libertador, al cual la vieja Angostura del Río le rinde tributo eterno al ser bautizada precisamente como Ciudad Bolívar, en homenaje al máximo prócer de la Patria y de la América Meridional. Un día en el cual el Orinoco frente a la ciudad capital de Bolívar se aproxima o está por superar la cota de los 17 metros, a menos de un metro de su creciente máxima histórica, lo que ocurre en promedio cada 40 años. Cuando ocurrirá este nuevo Orinoco en sus máximos. No se sabe. Pudo ser este año, pero frenó su ascenso, así que habrá que seguir esperando por la Gran Creciente. Que está cerca. Que más temprano que tarde estará con nosotros, como recordatorio de que el Río Padre también suele tener sus épocas de furia y creciente extrema. Como bien le corresponde debido a su enorme cuenca binacional colombo venezolana de un millón de kilómetros cuadrados, y con su sobrada importancia como el tercer río más caudaloso del mundo, solo superado por el enorme Amazonas y por el ecuatorial río Zaire o Congo. (Fotografías y Videos Cortesía de Albany Ruiz Idrogo)

Orinoco en la literatura 

De Ciudad Bolívar en su encuentro abrazo con el Orinoco dice el maestro Rómulo Gallegos en su novela de la selva Canaima: "Sobre la margen derecha del Orinoco, en la parte más angosta de su curso, peñusco de fronda de plazas, patios y corrales y de viejas casas coronadas de azoteas, se empina Ciudad Bolívar para contemplar su río. Frente a ella, en la mitad del cauce, la Piedra del Medio mide la oscilación periódica del nivel de las aguas y cuando éstas comienzan a descender, al retirarse las lluvias que riegan la inmensa hoya dice la ciudad:
- Ya está cabeceando el Orinoco"... Y más adelante agrega Gallegos:
"Por julio, cuando el Orinoco muestra toda su hermosa y su grandeza al alcanzar la plenitud de su crecida anual, cuando son más suntuosas las puestas de Sol que hacen de oro y de sangre el Gran Río, cuando soplan el Barinés largo y recio y braman enfurecidos los pailones de la Laja de la Sapoara, suelen remontar la corriente grandes cardúmenes de peces, entre los cuales abundan, los que le dan nombre a dicha laja ribereña y cuya pesca, practicada desde allí, constituye espectáculo emocionante, para la población de Ciudad Bolívar, a causa de los graves riesgos a que se exponen los pescadores enardecidos sobre la roca resbaladiza al borde del agua correntosa". 

Del Orinoco que se dibuja y es realidad frente a Ciudad Bolívar dice Alejo Campentier en su "Visión de América"...que  éste no es el verdadero Orinoco que se contempla desde las alturas..."No es que vimos desde el avión, ni el que veremos al remontar el río, Ciudad Bolívar se llamó Angostura en otros tiempos, precisamente porque el campanario redondo de su iglesia se alza sobre la máxima angostura del Orinoco. Aquí el Padre Río se ve apretado en un canal de lajas, perdiendo en anchura lo que ha ganado en profundidad. Pero el forastero no viaja con una sonda en el bolsillo. De ahí que el Orinoco no deba contemplarse tan sólo desde los muelles Ciudad Bolívar, so pena de decepción"...,

Con Isaac Pardo en "Esta Tierra de Gracia" diríamos del Orinoco que es un enorme curso fluvial que nace de las entraña misma de la Tierra de Gracia avistada por Colón, corriente cuyo más robusto de sus caños denoninaban los indios del Delta el Uyapari, un río con embrujo, al que por su parte los pueblos tamanacos lo llamaron Orinoco, que quiere decir Serpiente Enroscada. 

En su "Canto al Orinoco" nos describe a la Angostura del Rio el poeta Andrés Eloy Blanco a la Angostura del Río con versos tan nobles:
"En Angostura, el río
se hace delgado y profundo como un secreto,
tiene la intensidad de una idea
que le pone la arruga a la Piedra del Medio
En Angostura, el agua
tiene la hondura de un concepto
y acaso aquí es el río la sombra de Bolívar
metáfora del alma que no cabe en el cuerpo".

Para culminar este breve paseo sobre el Río y su enamorada Ciudad Bolívar de la escritora Milagros Mata Gil en un fragmento de "Elipse sobre una ciudad sin nombres" (1994) tomamos el siguiente texto que hace referencia al ceercano mes de agosto en el Orinoco cuando el curso fluvial: "viene desde paisajes ubríos y lluviosos, arrastrando costra de selva, animales muertos, despojos"... 
También nos dice Mata Gil que "en agosto aparecen los pescadores, exhiben sus artes que durante el resto del año, ejercitan de madrugada y con humildad. Los pescadores se transforman en seres del río con la creciente. Cabalgan las frágiles curiaras, se elevan suavemente con el peso de la red, o, desde la orilla, lanzan los cordeles de nylon, con recta seguridad. En esos días la cosecha de pescado es memorable: uno ve apilados los plateados cuerpos del morocoto y la sapoara, los lisos cuerpos de los bagres, los tonos azules del bocachico y compra ese regalo de Dios con alivio y placer. Todo el espectáculo de la pesca en agosto, tiene su remate y recompensa en la contemplación del producto. Pero también en la minúscula verdad del hombre frente al río. A la altura de la antigua Laja de la Sapoara, el Orinoco corre con rugidos terribles: hay en ellos cólera y voces clamantes. La corriente choca con ferocidad contra las piedras, contra el malecón". 

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