sábado, 31 de marzo de 2018

En Upata los cujíes no lloran de dolor sino de ausencia

Cují en floración en paisaje lagunero en sector San Lorenzo de Upata
El cují Acacia macrocantha es otro habitante emblemático de Upata. Es común en las sabanas arenosas que se abren al Este del valle del Yocoima y en las zonas pedregosas y de baja precipitación donde no se dan condiciones para el desarrollo de los bosques medios, o de otros ecosistemas húmedos, el cují está presente alternando su copa robusta pero no tan alta, como compañero de otras leguminosas igual de abundantes en la zona como el dividive y el yacuare, o alternado con los también comunes guásimos. Pero también se desarrolla bien en la cercanía de tapones y humedales, en los terraplenes o zonas más secas de protección de estos reservorios de agua, donde exhibe igualmente su porte y verdor, con más intensidad que en terrenos más áridos.
Cují en terreno cercano a la Perimetral de Upata, en callejón de entrada a los sectores La Milagrosa y Las Tablitas.

El cují sobresale por la extrema pequeñez de los foliolos de sus hojas parinpimnadas, y por la abundancia de espinas, alargadas y gruesas en la base,  además de su no tan llamativa flor amarilla en copo o tipo cabezuela, que le es característica, y por su fruto en vaina de unos 4 centímetros, alargado pero relativamente irregular en su forma. Crece entre 4 y 6 metros por lo general, aunque hay ejemplares que se elevan hasta los 8 metros, es orginaria de América Central, el Caribe y Sudamérica, donde se le localiza hasta el norte de Argentina y sur de Perú. Tiene algunos componentes tóxicos, en sus hojas, corteza, raíces, pero a sus espinas se le da uso medicinal para combatir las afecciones dentales, dolor de muelas, dientes y encías. Sus hojas son un excelente abono natural, y constituye alimento para algunos animales. En zonas rurales donde abunda tiene uso como leña y hasta para trabajos de carpintería. 
Esta especie botánica de la familia de las Fabaceae y de la subfamilia de las Mimosoideae  como ya señalamos tiene las flores pequeñas y redondeadas o globosas, lo que lo diferencia notablemente del «cují yaque» un pariente cercano de la misma familia de las leguminosas, que tiene las flores alargadas y colgantes de amarillo a crema, dispuestas en racimo cilíndrico espigada de hasta 5 centímetros, que por cierto no es propia de Guayana. El cují nuestro guayanés el Acacia macrocantha, que es el que hemos visualizado en la periferia de la ciudad de Upata, y que es típico de las zonas rurales, donde abunda sobre todo a los costados de caminos y de las lagunas, abrevaderos y tapones, donde proporcionan sombra al ganado. 
Cují a un costado de la quebrada de El Caballo

Si bien no es un árbol o arbusto de sombra de gran tamaño, o típico como lo puede ser el mango, el samán o el mamón, el cují en las sabanas resecas de Upata, al Este de la ciudad, solía ser refugio de los jóvenes y niños que correteaban por estos parajes en sus incursiones y paseos tradicionales, en ruta hacia otros escenarios más frescos, o como vegetación protectora de pequeños cursos de agua o tapones como el de La Viuda ya desaparecido, o la más lejana laguna de El Piso, en la ruta a Villa Lola,  y era también abundante en las inmediaciones del desaparecido Hipódromo Las Guarataras, donde formaba bosques de espinares que separaban este espacio recreativo de la zona de Banco Obrero. Es abundante todavía el cují en los bosques bajos de la zona de El Candado al este de la ciudad, y en toda la franja de sabana y matorrales de San Lorenzo, La Laja, La Victoria, zona alta de Carlos Enrique Alvarez, en la ruta El Guamito Los Coloraditos Complejo Ferial y en los lomerios de Monserrat,  Aunque de breve sombra un buen cují sin las ramas tan caídas o cercanas al suelo, hasta era utilizado para el descanso reparador, y evitar la inclemencia de los rayos del Sol, costumbre muy propia en otros tiempos, además de su utilidad para el amarre de los cuadrúpedos como caballos, burros y otros animales domésticos.
Muchas historias se tejieron en esos tiempos idos en torno a un tradicional cují o a cujizales, que se prodigaban en la Upata de la ruralidad. Ahora en estos tiempos modernos otras especies de crecimiento rápido, algunas exóticas y otras con mayor abundancia de sombra o frutos comestibles, o de copa más extendida, han sido preferidas en el ornato urbano. No obstante sería deseable que más allá de su crecimiento natural, espontáneo en la periferia de la ciudad, el cují pueda ser también incorporado como árbol ornamental representantivo de nuestro clima caliente y fresco del Valle del Yocoima y sus alrededores.  

 
POEMA AL CUJÍ

Habitante emblemático de Upata
Que dormitas en las arenosas sabanas
Y en las zonas pedregosas, allí acicalas la quietud del viento, en
espera de un día soleado.

Arbusto, pequeño árbol
Que atalayas horizontes insomnes
Prodigas tu pequeña
Pero reconfortante sombra,
Con tus indivisas espinas;
Las bestias abrevan de sombra
El sopor térmico que las sofoca.

Por esos caminos de agobiante calor
Eres aliado, refugio para un descanso reparador:
Cuántos cuerpos curtidos cobijas Cují.
Ofrendas la poca, pero reconfortante, sombra que otorgas
Generoso ser vegetal
Que tu nombre se eternice
En la presencia y no la ausencia,
Como eterno agradecimiento
de aquellos que cobijaste
Bajo tus pies, y de los ecosistemas degradados
Que redimieron su esperanza en ti:
Cuanto compartes  cují compinche
Abrevador de caminos
 
Autor Daniel Ruiz Correa

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