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Valle interior del Cerro El Toro, en febrero del 2016 |
Temperaturas muy elevadas para esta época del año, han caracterizado a Upata. Con mínimas promedios de 22 a 21 grados, cuando lo normal es que se ubiquen las primeras tres semanas de enero entre 19 y 20 grados. También hemos tenido tardes con calores extremos, con temperaturas que han escalado hasta los 32 grados, es decir casi 3 grados más que lo habitual. Y enero que suele ser un mes de lloviznas, nublado, se nos ha mostrado además de seco, completamente despojado de nubes, día y noche. Así fue hasta el 26 de enero, cuando por fin, el valle se cubrió de blanco triste, y dejó caer una garúa tan finita como breve, que apenas mojó una conchita de suelo, muy poca humedad para una vegetación que ya comienza a agotar sus reservas y se muestra afectada por esta intensa insolación casi permenante.
Febrero sigue la tendencia, hasta el 12 de este segundo mes del año, en Upata las lluvias siguen siendo recuerdos o ligerísimas garúas que apenas rocían la tierra, es decir no es hemos tenido iguaneras, los árboles incluso los más resistentes comienzan a mostrar signos de stress hídrico, y la insolación, las altas temperaturas, ya llegando a los 33 grados máximos, medias que se acercan a los 26 grados, y mínimas de hasta 23 grados, son los registros comunes en estas dos primeras semanas de febrero
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Ladera del Cerro El Toro, vista desde la serranía de Guacarapo |
Los cerros las colinas sabanas y bosques caducifolios de Upata ya cambiaron el ropaje de verde a marrón grisaceo, comenzaron las quemas incesantes, y los tapones en la ruralidad de la periferia urbana, así como las quebradas se muestran desprovistos casi del agua que es vida. Todo la normalidad de un comienzo de verano alterada o recrudecida por ese Fenómeno del Niño que desde el año pasado, en plena temporada de lluvias, dejó sentir su influencia sobre todo el país, y con particular fuerza en la Guayana venezolana.
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Dique superior en el cerro El Toro en la ruta al valle contiguo al Cerro La Mesa |
En Upata tuvimos un año 2015 con una precipitación acumulada que apenas rozó los 800 mm, 20 % menos que su registro promedio histórico, con un mes de diciembre que fue tan seco como lo puede ser marzo. Ahora en este enero de cielos despejadísimos del 2016 la constante sigue sigue siendo el calor fuerte adelantado y la ausencia de lluvias, apenas 0,3 mm o menos es lo que se registra en estos primeros 46 días del año. Es decir estamos en pleno Niño, las iguaneras no se asoman sino tímidamente y el temor de todos los que amamos la naturaleza es que este fenómeno nos agarre nuevamente desprovistos de planes de contingencia, para lidiar con fallas en el suministro de agua potable, posibles racionamiento por el bajo nivel del Guri, enflaquecimiento extremo del ganado vacuno y similares, muy baja producción de leche, cultivos perdidos o afectados por la baja disponibilidad de agua.
Recemos pues para que este Niño se quede quieto, y para que a más tardar en abril se nos vaya lejos, y nos permita no llegar a situaciones excepcionales de emergencia climática, precisamente en esta triada de meses del verano o la sequía, que son febrero, marzo, y la primera quincena de abril. Si se nos extiende hasta bien entrado mayo o junio, bueno a preparar contingencia y extremar el racional uso de la electricidad y el agua potable, porque sin duda con tales penurias este 2016 se nos pintará feo, lo que aunado a las dificultades de consumo, inflación, bajo poder adquitivo, colas y confrontaciones políticas, nos vislumbra una situación que pondrá a prueba nuestra capacidad de aguante, tolerancia, serenidad y equilibrio mental.
De todos modos mente positiva a pues a pesar de las dificultades este fenómeno no será permanente. Y más temprano que tarde volverán las chicharras, las centellas y los aguaceros de junio, a devolverle a Upata y sus paisajes colinosos el esplendor del verde del trópico.
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