jueves, 4 de febrero de 2021

Sabanas del Carichapo al sureste de Upata rica zona ganadera con potencial minero aurífero

Desde una colina en primer plano bosques en el Carichapo medio, a fondo siluetas del cerro El Cume a la izquierda y Tomasote a la derecha.

Macizos colinosos se despliegan a la distancia coincidiendo con la Falla de Guri. La línea de cerros marca el límite entre las tierras auríferas de la Provincia Pastora con las zonas ferríferas de Imataca.
Paisaje ondulado del antiguo Hato Tierra Blanca, tierras tradicionales de ganadería vacuna, desde los tiempos de las Misiones Capuchinas. Esta zona fue parcialmente intervenida por el proyecto mineroturístico del Grupo Arizona durante la década de los 90 del siglo pasado.
Finalizando las Curvas de Santa María el paisaje se abre en sabanas y bosques bajos de Carichapo, al fondo sobresale la silueta de Cerro Machí y los cerros de Apurito, visibles también desde la carretera a El Manteco.

Muy cerca de Upata, a un costado de la vía a Guasipati,  en las cercanías de los caseríos La Flor, Matajey, El Piso, y en la ruta a los sectores rurales Guacamayo y Santa Bárbara, por una carretera que amerita mayor mantenimiento o restauración, se localizan las extensas sabanas y colinas del río Carichapo afluente del Yuruari. Son más de 1000 hectáreas de tierras que han permanecido ociosas en los últimos años, donde se despliegan en armonía incontables ecosistemas de gran belleza escénica.  Durante década este sector conocido como Hato Tierra Blanca fue propiedad de la familia Somoza, posteriormente fue adquirido por el Grupo Arizona para levantar en sus tierras un ambicioso proyecto pecuario, minero y turístico.  

Este proyecto, que pretendía impulsar una oferta turística a clientes nacionales y extranjeros, dejó su huella con una infraestructura que todavía puede visualizarse en algunos parajes de estas tierras, galpones, pisos para construcciones inconclusas, pequeños puentes de piedra, lagunas artificiales, la casa grande que sería sede bancaría, miradores, un hotel campestre abandonado cuando estaba casi concluida y en general pequeñas edificaciones a medio concluir o casi terminadas.

Otra vista de las sabanas onduladas del Carichapo, sabanas y bosques caducifolios, con el cerro Tomasote al fondo.
Complejo hotelero campestre en medio de un escenario natural inmenso, es la huella de un proyecto inconcluso que sembró muchas expectativas, la Ciudad del Oro, impulsado por el desaparecido Grupo Arizona.

Nada de ese ambicioso proyecto denominado Ciudad del Oro pudo concretarse, pues dificultades financieras y la intervención del grupo bancario que sostenía la cuantiosa inversión allí realizada provocaron la interrupción de las obras y en consecuencia el patrimonio a pérdida para sus financistas pasó a manos del Estado, que desde comienzos del siglo XXI, iniciando la década 2000-2010, ensayó varias alternativas para rescatar estas tierras. De hecho al Grupo le había sido otorgado una concesión minera que precisamente se denominó Carichapo, la cual nunca desarrolĺó la inversión prevista para la explotación de los ricos filones auríferos en veta que se localizaban en varias zonas del antiguo hato, en unos casos a flor de tierra y en otros a cierta profundidad. 

Hoy sobre estos terrenos se están dando los primeros pasos para reactivar ese proyecto minero, mediante la firma de contratos de explotación de la pequeña minería, donde participan inversionistas locales, foráneos, y la propia comunidad de Santa María. 

En el centro del mapa de la antigua Dirección de Cartografía de MARN de 1979 destacan los accidentes geográficos de la subregión del Carichapo Medio, entre Santa María de Upata y el río Guaranaparo.

Aparte de su vocación ganadera de tres siglos, y ese potencial minero aún por explotar, hay que destacar que en esas colinas, bancos de sabana, humedales, y selvas de galería del río Carichapo y algunas quebradas, se multiplica la naturaleza silvestre, con una representativa muestras de flora y fauna que amerita obviamente que esos proyectos mineros en marcha se hagan siguiendo pautas y recomendaciones técnicas rigurosas para evitar su destrucción o la afectación irreversible de estos ecosistemas. 

Colina boscosa sobre un manto de sabana achaparrada.
Laguna natural o humedal en los tramos iniciales del antiguo Hato Tierra Blanca, refugio de flora y fauna adaptada a este medio acuático.

Además de ser una zona con un nivel de intervención si se quiere escaso, salvo el área donde se hizo una exploración a cielo abierto, resalta desde este sector del Carichapo la posibilidad de contemplar en todo su esplendor la planicie de la cuenca del Yuruari, mostrando a los lejos la silueta de las cordilleras y cerros de mayor altura que como atalayas dan un marco de belleza y rompen la monotonomía del paisaje: un espacio geográfico que hace centenares de millones de años, en el precámbrico, antes de emerger de su anterior condición de fondo marino, fue el escenario de procesos geológicos hidrotérmales que dieron origen a su particular formación denominada Pastora, con la formación de cuarzo aurífero y anfibolitas, que son las rocas predominantes en este sector. 

Desde las laderas de un lomerío se percibe la serenidad de este paraje.
Sabana ondulada con los cerros El Cume y Tomasote a la distancia.

Desde lo que fue Tierra Blanca se alzan a la distancia los cerros Guacamayo y Machí, al sur y sureste, el domo del Cume cerca de Villalola al sureste y la imponente serranía de Tomasote al Sur franco, donde se alza la mayor altura de estas sabanas achaparradas que se alternan con bosques bajos y grandes pastizales de las unidades de producción pecuaria que por siglos forman parte inseparable de este paisaje, donde la huella humana ha dejado su marca indeleble.

Hacia el noroeste, noreste y este de estas tierras se contempla la continua línea de cerros de la provincia geológica Imataca, en un verde azul que se despliega sobre colinas o cerros de corta alzada, donde en vez de oro el dominio es del hierro, el manganeso y otros minerales de valor ínfimo en comparación con el oro ansiado que se esconde en Carichapo. Más atrás de esos cerros imataqueños Upata la capital de Piar se alza serena a menos de 20 kilómetros lineales, lo que la convierte en la población con mayor peso y vinculación con estas tierras ganaderas levantadas sobre una estimable riqueza aurífera.

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