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Conucos en el sector La Bomba del cerro El Toro. |
A caballo niños transitando el camino principal del cerro El Toro. |
Parcelamiento La Bomba, en este valle en contacto con los lomeríos que la rodean están las nacientes de la quebrada de El Caballo. |
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Desde el urbanismo Manuel Piar destaca la escarpada ladera del Cerro El Toro. |
Paseo existencial y pequeñas crónicas de la Serranía
de El Toro, que antes mentaban El Jobo
Por allí anda Noel Jiménez
Noel Jiménez, a sus 50 y tanto, o quizás más, es uno de los asiduos propietarios, conocedores y caminantes del “Cerro El Toro”, sitio que conoce como la palma de su mano y del cual siempre recorre y admira, ya que su casa principal está muy cerca de esta serranía, en una de las manzanas del urbanismo Manuel Piar. Él pertenece a una familia arraigada en esos lomeríos, sabanas y bosques, en esos peñascos y quebradas, en ese relieve escarpado, donde suele realizar, además de sus labores como agricultor, sus faenas nocturnas de caza de animales silvestres.
A Noel siempre lo vemos en los primeros escarpes del cerro, en el camino que pedregoso marcha a un costado de la quebrada del Caballo, dispuesto además del saludo largo a contarnos alguna historia de este cerro de mitos y leyendas, y a enseñarnos las peculiaridades naturales que allí existen: sus matas, sus árboles maderables, el nombre de sus yerbas y las pequeñas anécdotas del patrimonio natural más emblemático de Upata, junto al Yocoima, al cerro El Corozo y la Piedra de Santa María.
Voz pausada, sin premuras, reflexivo, silencioso pero firme en sus ideas, así vemos a Noel, y así sin mucha dificultad él suele romper el hilo para hablarnos de este Cerro y sus cosas.
El Jobo: Un Nombre con Historia
En uno de sus encuentros, Noel Jiménez nos aclaró la confusión sobre el nombre del cerro. "Durante muchas generaciones, quizás estamos hablando desde la época de mi abuelos, El Jobo y no El Toro fue nuestro lugar de convivencia", afirma. El Jobo fue y sigue siendo el sector más grande de esta zona rural, distante unos 5 kilómetros "colina arriba" del centro histórico de Upata.
Era el escenario de travesuras infantiles y del trabajo de campo: siembra, cosecha, ordeño, cría de ganado y aves, labores principales de las familias que poblaron la zona. La comunidad de El Jobo tuvo en los Jiménez a su grupo familiar más extendido. En sus valles y laderas fértiles, los abuelos de Noel y su descendencia desarrollaron su forma de vida en medio de bosques, sabanas, colinas y quebradas. Aunque la distancia al pequeño pueblo de Upata podía parecer corta a pie, en burro o a caballo, Noel destaca que no era comparable con las grandes distancias a las que estaban acostumbrados en otros desplazamientos.
Vida Rural: Agricultores y Pequeños Ganaderos
En esos tiempos, tanto padres y abuelos como las generaciones actuales se dedicaban a la agricultura de subsistencia: maíz, yuca, verduras, frutales, hortalizas y algunas matas de café. Esta era la labor diaria de los Jiménez, los Jaramillos, los Castros y otros grupos familiares que tenían sus casas y fundos en El Jobo. También desarrollaban una pequeña ganadería vacuna en potreros estrechos o aprovechando las lomas, donde vacas, toros y becerros encontraban los pastos naturales.
En El Jobo, y en los sectores que hoy también se conocen como Chaparral, La Bomba y Pasito, vivían estos grupos familiares, sumando más de 100 habitantes en total. Allí, los "viejos fundadores" criaron a sus hijos, trabajaron incansablemente y se esforzaron por inculcar el bien a la juventud. En sus ratos libres, que no eran pocos, también organizaban fiestas y bailes.
El Legado del Apellido Jiménez
Según Noel la familia más numerosa y arraigada desde mediados hasta finales del siglo XIX, y las primeras décadas del siglo XX hasta 1960, era la de los Jiménez. De esta descendencia, Noel destaca el hogar de su abuelo Don Santos Jiménez y su esposa Felicia, quienes procrearon a sus hijas Adelina, Clara, Nérida, Luz, Martha, Ana, Auristela, y a los varones Rogelio y Néstor, entre otros.
"La mayoría de nuestros tíos, primos, hermanos, hijos, abuelos, ya no están en el Cerro, en El Jobo", lamenta Noel. "Muchos se han ido de este mundo terrenal, otros bajaron al pueblo a ganarse la vida en otros oficios, otros tantos ya ni están en Upata, realmente no es fácil sobrevivir y tener estabilidad, buenos servicios y comodidad allá arriba. Pero eso sí, la semilla de los Jiménez sigue allí presente", asegura. Muchos no han vendido sus parcelas y persisten en su faena como pequeños productores, gente del campo y la caza, entre ellos, el propio Noel, que sube el cerro casi a diario.
Corteza cobriza del Indio Desnudo o Palo Mulato, otra especie de árbol muy abundante en la zona protectora de la Quebrada del Caballo. |
Desde la cima del cerro al fondo la llanura de El Candado, antiguo hato de la familia Melgar. |
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Imagen satelital de Google Earth del cerro El Toro, sobresale el camino a las Antenas. |
Plano topográfico del sector El Jobo, no aparece la mención al cerro El Toro, sino a Cerro Colorado. (Fuente del plano Catastro Minero Nacional). |
Más que un Cerro: Una Constelación de Colinas
Noel nos aclara que la serranía de El Toro como es obvio no es un único cerro, sino un conjunto de colinas con nombres propios:
El más nombrado era El Jobo, junto a la cercanísima Mesa de la Carata.
A un costado de la comunidad estaba Cerro Colorado, que se extendía de norte a sur y colindaba con las laderas de la colina de las antenas. Cerca de esa planicie en declive se realizó un corte exploratorio de la mina de caolín, al cual se llegaba por un camino de camiones aún visible. "Por fortuna aquí no hay oro, aunque sí mucha pirita o el oro de los tontos como se le dice, porque si no esto ya se hubiese acabado y estaríamos tomados por los mineros, como le está pasando a El Cume, Tierra Blanca y La Justicia", comenta Noel.
La loma de Las Antenas, señal de identidad del cerro desde el valle de Upata, era llamada por los viejos Cerro Chirica.
El otro lomerío de mayor altura, que da al frente con la ciudad, era conocido como el Cerro Los Mangos. Este sobresale con su forma de caparazón animal frente a la sede de la Guardia Nacional de La Romana, mostrando a la distancia sus enormes lajas y su densa vegetación, seca en verano y de un verde intenso en la temporada de lluvias.
Finalmente El Toro, que es un nombre relativamente nuevo, la colina frontal que hace frontera con el valle del Yocoima desde la quebrada del Caballo hasta la zona de las lajas y bosques de galería, que sobresalen en los farallones de ese lomerío principal.
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Dique del Onoto en el Parque Natuyral cerro El Toro. |
El Onoto y El Dique: Agua y Vida en el Cerro
Noel también menciona el famoso "Dique", alimentado por la quebrada del Onoto, que serpentea hasta desembocar en la zona de La Carata. "En su curso medio este cauce cuenta con dos diques, uno de los cuales, el segundo y a menor altitud, siempre ha sido utilizado como sitio de recreación por la gente de Upata", explica Noel. De ese segundo dique nacía una tubería que conducía el agua hacia las fincas y viviendas en el sector La Bomba y en las partes bajas del cerro. Este acueducto era mantenido, entre otros, por el señor Pipito Lanz, cuya residencia estaba en la falda del cerro, donde se inicia el camino a las Antenas, justo al lado de la Casa de Piedra.
Se recuerda a un agricultor muy famoso y cordial con los visitantes del cerro en las décadas de los 70 y 80: Pilar, quien vivía en el valle entre El Onoto y el Cerro de La Mesa y se hizo famoso por su grito de saludo "hooooo". Pilar se marchó del cerro hace casi cuatro décadas, sin que se supiera más de su paradero.
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Sobre esta roca la figura del Toro, de cerca es un mancha sobre una roca diaclasada o fracturada, a la distancia el parecido es mayor. |
Del Cerro San Antonio al "Cerro El Toro": La Fuerza de la Costumbre
Sobre el Cerro El Toro, Noel Jiménez aclara: "Mira, ese nombre es relativamente nuevo". Este relieve lo forma la primera loma principal de la serranía, visible de frente y con sus características de vegetación boscosa, sabana y peñascos. Esta colina empinada, con sus barrancos, limita al noroeste con la quebrada de El Caballo.
"En otros tiempos a ese lomerío se le llamaba Cerro San Antonio", revela Noel. "Allí había en uno de esos peñascos o piedras, una figura, una pequeña capilla en honor al Santo Patrono; eso desapareció".
Noel indica que el tope del cerro forma una especie de suave semicírculo, elevándose aún más en su punto más alto (unos 30 o 40 metros). Allí arriba hay matorrales, lajas a flor de suelo, robles, yucuares, vegetación de sabana y excelentes miradores del valle de Upata. Ese tope, ligeramente inclinado pero estrecho, tiene en uno de sus barrancos o laderas escarpadas, al centro de la colina, una mancha sobre la superficie de una enorme roca desnuda que, a la distancia, parece la imagen de un toro, es decir una especie de petroglifo. Esta figura es visible desde los sectores de Sierra Tres, San José y la carretera a Guasipati. "Por eso se le llama a esa parte de la serranía Cerro El Toro, nombre que luego el pueblo, la gente de la ciudad, extendió a todas estas colinas. Por eso ahora cuando los niños y los adultos quieren visitar o van de excursión a estas colinas de Upata, todos sencillamente las llaman Cerro El Toro; es la fuerza de la costumbre".
Toponimia Oculta: El Cerro y la Quebrada del Diablo
En la época de los abuelos, desde las primeras décadas del siglo XX hasta 1970, la gente de Santo Domingo y la calle Monagas e Independencia, o de las zonas más cercanas a estos lomeríos usaban más la denominación "Cerro El Jobo" para referirse a esta serranía principal de Upata. Noel ratifica esto y añade que "al cerro que está arriba de La Viuda, ese que no tiene nombre pero que tan visible es desde la ciudad y que desde el centro de la ciudad parece una pirámide casi perfecta, mi abuelo lo llamaba Cerro El Diablo, aunque ese nombre hoy nadie lo usa".
Con ese mismo nombre del Diablo sí se nombra a una tercera quebrada que baja precisamente del Cerro El Toro. Esta atraviesa Sierra Tres, Coviaguard, Bella Vista y la avenida Rómulo Gallegos (en los edificios de apartamentos) hasta desembocar en la quebrada de El Caballo y tributar ambas finalmente en el río Yocoima, a la altura de la entrada a El Guamito. Sin embargo, esta es una toponimia poco utilizada, a tal punto que Noel Jiménez no recuerda que existiera una quebrada con ese nombre.
En la época de lluvias intensas así crece el caudal de la quebrada de El Caballo. |
La Quebrada El Caballo y Sus Historias Trágicas
En cuanto a la quebrada de El Caballo, Néstor Jiménez cuenta que se llama así porque, hace mucho tiempo, en la primera mitad del siglo pasado, cuando la corriente crecía, algunas mujeres de Upata, que residían en las últimas casas del pueblo (hoy la ampliación de la calle Monagas), acudían a lavar la ropa, aprovechando las lajas y pozas que se formaban en ese pequeño caudal.
"Eso era lejos en la época, por lo que usaban caballos para trasladarse cada tantos días a esa faena", relata Noel. "Y cuentan los abuelos que una de esas muchachas, muy joven, se fue al cerro y la quebrada a efectuar su labor de lavado de ropa, con tan mala suerte que al llegar al sitio, resbaló y cayó quebrada abajo, falleciendo en el lugar por el impacto contra las rocas. Desde entonces, a ese afluente se le conoce como la quebrada de El Caballo, quizás rememorando el hecho de que a caballo iban las mujeres en esa época con su cargamento de ropas a efectuar su oficio de lavanderas".
La quebrada El Caballo ha sido testigo y escenario de otros hechos trágicos, como la muerte del agricultor Julián Jaramillo en el año 2002. Julián sufrió el vuelco de su vehículo rústico en una aciaga noche, cuando retornaba a su vivienda y conuco en el sector Pasito, ubicado en un pequeño valle contiguo al sector La Bomba. El accidente ocurrió en el tramo final del ascenso por la empedrada vía de acceso principal a la Y de La Bombita. "Con el impacto, Jaramillo quedó atrapado a ras del agua y sufrió un golpe mortal en la cabeza y columna, justo en el propio cauce de la quebrada; su muerte conmocionó a nuestra comunidad", recuerda Noel.
Otro episodio trágico más reciente, en el 2022, fue el deceso de un niño residente del sector Santo Domingo, al ser arrastrado por la corriente de la quebrada mientras se recreaba con sus familiares en uno de sus parajes rocosos y de pendiente pronunciada. "Toda quebrada, y más esta por sus lajas babosas y farallones, debe ser respetada. Por un descuido pueden pasar cosas, y si la corriente de repente crece de golpe por alguna lluvia intensa en su naciente, hay que estar pendiente y salirse de ella para evitar desgracias", advierte Noel.
Una Historia por Seguir Contando
Finalmente, Noel Jiménez nos despide, indicando que es hora de volver a sus faenas en la parcela y visitar a los conocidos. Sin embargo, deja claro que tiene muchas más historias, cuentos y reflexiones pendientes por compartir sobre su Jobo y su Toro, sobre sus parientes y sobre esa naturaleza silvestre que tanto le atrae y a la cual no renuncia, ya que forman parte esencial de su experiencia de vida.
"Por aquí me verás, caminando, curioso, cuidando, saludando y enseñando cuando se puede que esta serranía no tiene igual y siempre será parte fundamental de mi existencia, porque aquí nos criamos y aquí seguimos, pues mientras haya fuerza, ganas y salud, esta será siempre mi casa", afirma Noel. Y así es, hermano Noel. En el Cerro nos veremos siempre.
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