Casi dos siglos y medio la han convertido a la capital del municipio Piar del estado Bolívar en referencia regional, por la calidad de su recurso humano, actividades socioproductivas y por su tránsito permanente hacia un estado superior en cuanto a sus posibilidades de desarrollo como asiento de vida para sus 100 mil habitantes.
Felicitaciones a todos los upatenses, herederos de aquellos pioneros que en 1762 plantaron su cruz, cultura, religión, ambiciones, y con ellas no menos visibles miserias, fantasías, locuras, voluntad de trabajo y ambiciones, en uno de los valles más hermosos de la región Guayana.
De clima agradable, tierra caliente pero suavizada con la brisa levísima que baja de las altiplanicies de Imataca y de sus montes circundantes, Upata es ruta obligada de turistas y transportación, en virtud de su excelente ubicación estratégica como antesala de la ruta internacional hacia el Sur profundo y la hermana República Federativa de Brasil, distante apenas 580 kilómetros de esta ciudad en crecimiento moderado pero incesante.
A 360 metros sobre el nivel del mar Upata disfruta de unos 25 grados de temperatura promedio, con lluvias moderadas, que orbitan los 1000 mm anuales, en medio de sabanas impetuosas y bosques de mediano porte, utilizados en antaño para el cultivo del café.
Tierra de tabacales, cañaverales, maizales, yucales, que hoy han cedido a la expansión urbana de sus barrios y urbanizaciones, Upata mantiene su presencia altiva en el concierto de los pueblos denominados del Sur de Guayana, puerta de entrada a los paisajes llanos y colinas del Yuruari Cuyuní, bosques y sabanas inmensas, antesala de las míticas selvas del Dorado y el 88, Sierra de Lema y las verdes praderas de la Gran Sabana, repletas de ríos, cascadas, tepuys, donde el indígena pemón sigue su lucha incesante por sobrevivir y erigirse en protagonista de su destino.
Upata cumple 248 años. Con una actividad económica en auge, repleta de comercios, bancos, empresas de servicios, industrias de madera, tiendas agropecuarias, con instituciones escolares modernas, activa vida universitaria y con un tráfico vehicular intenso en su casco central. Un centro histórico que de histórico tiene poco, diseñado sin prisa y sin planificación, para la vida en familia y la actividad mercantil, pero francamente inadecuado para recibir tanto automóvil, hostil para los peatones, que deben acostumbrarse a sus aceras mediocres, estrechas o repletas de tarantines.
Upata de los Carreros le dijo Gallegos en su inmortal novela Canaima. La tradición la corona como Upata de las Mujeres Hermosas. Hoy es Upata de la Juventud que dice presente con estudio y participación en sus actos cívicos y culturales. Upata de lo Posible le diriamos nosotros. Aún está lejos de alcanzar su plenitud como morada y ciudad armoniosa en su relación con el medio ambiente, destrozado en sus alrededores, con un río Yocoima que no es río sino cauce contaminado, con sus colinas agónicas de tanta sierra metálica, tanto conuco mal planificado y tanta codicia humana, incapaz de percibir lo bello y grato del canto de las aves, la solidez y silencio de las rocas milenarias, los aromas de sus plantas. Con un calor que se nos antoja demasiado impropio para su valle, en otroras tiempo cantado por lo agradable de su clima.
Upata Rosa del Bosque Mi Tierra. “Up ata” Tierra de guayanos, pueblos indígenas arrasados por la maldad y la ambición del hombre blanco, criollo después, inmigrantes que la transformaron y le dieron concreción como pueblo y ciudad aún sin un plan de desarrollo coherente. Urbe de porte humilde hecha a retazos, sin un plan estético, donde lo poco de antiguo de sus casonas viejas se confunde con toda clase de edificios que rinden culto a la cuadratura de lo simple y práctico, en buena medida levantados por la turquería siria libanesa y por los asiáticos, nuevos habitantes de este valle del Yocoima, emprendedores como pocos y protagonistas de su auge comercial, junto a descendientes de italianos, españoles, portugueses y no pocos venezolanos dedicados a la actividad privada.
Aún así, con todas sus pequeñas cosas, con toda sus fallas, Upata se eleva como morada y realidad una vez más. Quiere elevarse de sus errores y ausencia de proyectos de largo plazo, visiones cortoplacistas de gobernantes locales en hora buena expulsados de su Alcaldía, para erigirse como ciudad vibrante, epicentro de un espacio regional prodigioso en actividad ganadera, agrícola, forestal, minera, turística, industrial, comercial. Así es Upata la que hoy cumple 248 años y que clama como sus hijos upatenses un mejor destino. Que así sea.
Arriba vieja casona de la familia Fernández, hoy sede del Colegio Divino Salvador. Dos fotografías en diferentes tiempos de la sede actual de las Misiones Sociales en la calle Beneficiencia, entre Van Prag e independencia, por dos décadas fue sede del comando de la Brigada de Selva, anteriormente fungió como hospital y sede provisional de liceos. Esta edificación, planificada por el presidente Medina Angarita, fue inaugurada en 1945 es decir tiene 65 años de levantada y se conserva en excelentes condiciones, con toda su estructura original básica,
Como ya es tradición el poeta Daniel Ruiz, del Grupo Literario Babandí, y en su tiempo "libre" de fantasías y metáforas coordinador académico de la UNEG, le dedica unas metáforas a Upata en sus 248 años de fundada.
Upata es un pie desnudo de mujer
besando el lodo
en un atardecer nostálgico
al son de chicharras Ponribilin
Upata es la palabra que arma
Canto de grillos
Como collares
Para prenderlos en el cuello
De una ceiba noctambula
Upata es un presentimiento
Bañado de rocas
Zurcidas en el valle sabana de su desandar
Upata es un corazón ave carpintero
Picoteando sarrapias en su vuelo etéreo
Upata es un revolotear de aves
Paraulateando en el corazón distante
De aquel que abandonó su lar
Upata es un ave lapislázuli que traza trinos
En el cielo curvo
Upata es una bandada de periquitos
Con la cara sucia
Manchada de arcilla
Upata es una estrella fabuladora
contándole cuentos a un grillo noctámbulo
Upata es una dama vestida de encajes
esperando serenatas de gallos
Upata pinta voz de silencios
Sus atardeceres sueltan un collar de
caracoles
y su río lázaro nada la puerta del sol
mientras llora trinos que tiritan turbios
Upata se ríe como una jaula sin voces
y escribe ojos como frutas
Su pie sigue el tenor de los conciertos matutinos
Upata juega como un lagarto en la niebla
Y evoca sonidos sin ecos sin lamentos
Daniel Ruiz Correa
La Upata que se fue
Por supuesto la de las puertas abiertas, sillas y conversatorios en el frente silencioso.La de los juegos infantiles, conchas, librao, trompos, cometas y boliches
La de los guaricongos danzantes, tricolores y juguetones
La de Pantaleta, con sus burros tristes y sus perros andrajosos, vendiendo estierco y profiriendo palabras intrincadas con su voz grave adornada con su solemne paltó no menos oloroso.
La de la Llorona que jamás lloró y el chivato que jamás se dejó ver, pura fantasía de pueblo
La de las Brujas que trepaban ramas en actos de equilibrismo en noches sombrías y al otro día iban presurosas a pedir sal, siempre las estuvimos esperando pero siempre fueron esquivas
La del tapón del Burro, La Viuda, Laguna Larga y el Dique, fuentes o depósitos de agua, acabados, arruinados por el progreso y ecocidas sin escrúpulos
La de los pocicles y la leche cruda y errante vendida a puerta de casa
La de la Perfecta y su azulado coche de reparto distribuyendo camisas, pantalones y trajes perfectamente planchados.
La de Capulina y su bar céntrico, la del Principal y el Caney, la de Polaco y Carmelo Los Compadres abriendo espacios para la parranda
La de los aguinaldos decembrinos, cuatro en mano, balde tamborero y desafinadas voces de muchachos pedigueños. “deme mi aguinaldo aunque sea un centavo”
La del helado de moriche, cada vez más escaso, la del almedrón y el mango besito, burrero, trinitario, nombres olvidados hoy por la moderna muchachada
La de los cines Bolívar, paraiso de películas chinas y mexicanas, la del Principal y el Canaima, diversión suprema en aquellos tiempos silenciosos.
La de las inolvidables orquestas, los Hermanos Bracho y su Maracaibo 5, Tilo, Banda X de El Pao de rotundo éxito en Upata.
La Upata de la inocencia, la vecinita mostrando su picardia y jugando al papá mamá por patios y salas, en ausencia de los celosos padres
La Upata de los bachacos culones, todo un carnaval en junio, al amparo de inviernos fortísimos, alimentos para la maldad infantil, víctimas de quemas inquisitoriales en envases de vidrio
La de los tari tari, los cigarrones, los congorochos, los feos tuqueques y las taras verdosas.
La de las latas de sardina y leche convertidas en prodigiosos coches, carromatos, trenes y carritos chocones, rines, cauchos, zapatos, imitando automóviles.
La de la hoja del cedro pisoteada arrojando su perfume fétido, provocando la estampida de la clase de turno, la del Babandí milagroso para rescatar virilidades fallidas, hoy extinto ante los empujes de la farmaceútica industrial y por culpa de quemas y talas irracionales.
La de las corridas de burras, viejo deporte varonil fallecido a Dios Gracias
La de los sapitos lipones, émulos de peces extraños, la de las viejas y guabinas, especímenes de agua dulce para los acuarios de niños pobres
La de los paseos al Corozo, desde abajo se veía la gente como hormiga trepándolo por su frente para coronarlo de cruces, flores, caratillo y la infantable agurdiente.
La de la calle Independencia que nacía allí al lado del Hospital Gervasio Vera Custodio y se esparramaba hasta La Romana en una linea carretera pueblerina, estrecha y poco transitada.
La de los carrizales utilizados como escondites y rines de boxeo, provocando luego picor, prurito para rato, a veces peligrosos refugios de picos de botella causantes de no pocos accidentes infantiles.
La de la cueva del Toro y su candado inexistente, la de los pasillos o túneles que comunicaban ficticiamente Toro con Corozo, la de los cristofués acusando a Cristo y los teu teu alcaravanes delatando a las muchachas embarazadas
La de la Semana Santa silenciosa, sagrada, sin carne, sin baños, sin paseo, sin música, sin nada, sólo el culto al Señor y su Pasión, apenas excusa para el juego de parapara al lado de la procesión.
En fin Upata es pasado y es historia sencilla de las cosa, expresión feliz de nuestro inmortal poeta caraqueño Aquiles Nazoa.
Juan Ruiz Correa Upata-06 de Julio de 2010
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