Upata de los Carreros
—Upata –dijo Manuel Ladera–. Ahí tiene usted el pueblo de los carreros del Yuruari. Upata vive del tránsito: de los fletes de las cargas que transportan sus carros y del dinero que van dejando en ella los forasteros, cuando se dirigen al interior, hacia las montañas purgueras y las quebradas del oro de Cuyuní y cuando regresan de allá a poner la fiesta, porque éste es el pueblo más alegre de todo el Yuruari…
Calles de tierra roja por donde corrían los ríos de oro de la puesta de sol. Carros vacíos aquí y allá, con los varales en alto y en las ruedas el barro de los caminos recorridos; otros, cargados y cubiertos con los encerados, de tránsito para otras poblaciones, dentro de las rancherías llenas de la animación de los carreros que charloteaban desunciendo las bestias, conduciéndolas a los pesebres, echándoles en ellos los haces de yerba.
Sonaba todavía por allá el trabajo cantarino de la mandarria del herrador contra el yunque, tintineaban las colleras de las mulas de otros convoyes que venían llegando o ya se ponían en camino, y aquí y allá, en las cosas y en las palabras que al paso se escuchaban –en la talabartería, la herrería o la carruajería– todo giraba en torno a la vida del carrero. En el aire flotaba el olor de las bestias. Por las conversaciones pasaban caminos. Camino de San Félix, camino de Tumeremo, camino de El Callao, camino de El Palmar… En Upata de los carreros todo viajaba.
Casuchas humildes techadas de palma carata; otras con techos de cinc, que eran las de comercio: la tienda, con cobijas de bayeta, abrigo de caminantes, colgadas en las puertas; la pulpería donde los peones que ya habían soltado el trabajo tomaban el trago de caña alborotando; otras con techos de tejas; las casas de las familias principales de la población, con muchas ventanas y lindas muchachas asomadas a ellas.
En Upata, que del tránsito vivía, también el amor tenía que poner sus esperanzas en el paso de los forasteros.”.
“Upata” obra cumbre del intelectual Carlos Rodríguez Jiménez
Esta obra cumbre de este excepcional upatense de reconocidos méritos como escritor, diplomático de carrera e intelectual de alto vuelo, políglota y con una hoja de vida al servicio de la República intachable y prodigiosa, fue su merecido aporte a la cultura e historia de la ciudad que le vio nacer, y de la cual nunca se desligó hasta su muerte a muy avanzada edad en 1995. Rodríguez Jiménez, doctor en Ciencias Políticas, abogado, egresado también en Farmacia en la UCV, destacó y fue de rango universal su labor dentro de la francmasonería, en la que participó activamente tanto en Venezuela, como en el lejano Oriente y en Europa, mientras ejercía su larga carrera diplomática.
OVILLEJO
Es alta, esbelta, bonita,
Anita;
tiene talento y denuedo
Acevedo;
es estatua de alabastro
Castro.
En nuestra Upata es un astro,
y al entonar sus canciones
cautiva los corazones
Anita Acevedo Castro.
También en esta recopilación de los poetas guayaneses inserta este himno de Rodríguez Jiménez a su tierra nativa a propósito del Bicentenario de la fundación de Upata celebrado en 1962:
HIMNO DEL BICENTENARIO DE UPATA (1)
(1762 – 1962)
Coro:
¡Upátenses, dos siglos de vida
tiene ya nuestro pueblo natal;
para, honrar nuestra Upata querida
entonemos un himno triunfal!
Estrofas:
Del Yocoima sonriente a la orilla
de españoles fundose esta villa
como oasis de paz y de bien,
en un valle de eterna frescura,
paraíso de amor y dulzura,
del indígena prístino edén.
Capuchinos por Dios inspirados,
misioneros por Cristo mandados
a enseñarnos la vía y la verdad,
nos hicieron entonces cristianos,
y ayudaron después con sus manos
a erigir nuestra amada ciudad.
Nuestros padres colmaron de gloria,
del Estado Bolívar la historia,
al triunfar en San Félix con Piar;
Venezuela los vio en cien acciones
de Bolívar seguir los pendones
y por ella, valientes, luchar.
De Guayana el fecundo granero,
del Yuruari el emporio minero,
nuestros ríos de impetuoso raudal,
con prudencia y acierto explotemos,
y con celo y fervor trabajemos
por el bien de la patria total.
Nuestra Upata industriosa y consciente,
consagrada al trabajo paciente,
su destino, por fin, va a cumplir.
¡Villa ilustre, tu día ha llegado:
las campanas del tiempo han sonado
y tu estrella comienza a lucir!...
(1) Esta épica letra del Bicentenario de la Villa de Upata, tuvo como música la que le compuso Monseñor Arzobispo Juan José Bernal Ortiz, y el arreglo fue elaborado mediante partitura del profesor Francisco (Fixi) Miranda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario