Conchita novela del cumanés José Mercedes González
De aquella distante Cumaná de principios de siglo XX vino a Upata José Mercedes González, otro sucrense de mérito, opacado su recuerdo por el indudable peso de otro oriental excepcional para nuestra villa, como lo fue el hombre de empresa y benefactor Don Pedro Cova. De este escritor poco conocido en estos tiempos modernos pero de merecida fama en la Upata culta de la primera mitad del siglo pasado, destacamos su novela “Conchita”, publicada en 1933, un relato si se quiere breve, que fuera reeditado por la Biblioteca Yocoima en 1994, que lo rescató del olvido al considerarlo parte del patrimonio cultural escrito de nuestra ciudad.
De su primer capítulo antes de entrar en la narrativa destaca la nobleza inicial de la labor misionera de los capuchinos en esta vasta región de Venezuela, quienes supieron a su juicio ganarse el afecto de las etnias indígenas, sometidas con bondad, laboriosidad y buenos valor cristianos. Lamentablemente expresa que al paso de los pocos años de dominio esta obra evangelizadora entró en crisis y provocó el alejamiento de los indígenas, que se sintieron subyugados y amenazados por estos pastores de almas, lo que explica en los siguientes términos:
“Los conquistadores abandonaron al manso, al dulce Dios de los Cristianos. Y no eran ya sus prédicas de una doctrina las que oían sus neófitos, sino la voz del sátrapa que les ponía en las manos la soga y el arado, no para el sudor de su frente ganar su bienestar sino, sino para perder su libertad. Aquello fue el desbarajuste; catalanes, canarios, indios, todo ser conquistado volvió a las selvas. Y si es verdad que de la esclavitud de aquellos seres conquistados obtuvieron sus conquistadores: ricas dehesas de ganado vacuno; hatos de buenas bestias; abundantes cosechas de frutos alimenticios; y de granos de exportación; de la selva salió una nueva casta de indios mestizos; con una idiosincracia de la hidalguía española, y de la tenaz ferocidad de los indígenas. Y la resultante de aquella misión idealista que se convirtió en materialista, fue una obra beneficiosa para la Patria. El Padre Blanco y el General Piar en su campaña de 1817, encontraron allí: un gran número de bestias para su caballería, bastimento sobrado para las tropas, y reclutaron 2400 indios mestizos, que demostraron su hidalguía y su valor en la gloriosa jornada de San Félix”.
Libros y revistas un breve repaso Aunque no libro sino revista también tenemos la publicación que nos cuenta la historia, el devenir y los personajes que hicieran posible el proyecto educativo Colegía María Inmaculada, breve material escrito con mucho apoyo fotográfico, publicado a finales de la década de los sesenta del siglo XX, con motivo de los 25 años del referido colegio.
Si bien no publicado la maestra Isaura Gómez de Ayala anunciaba hace algunos años que tenía preparado un sencillo libro de reflexiones y propuestas para la convivencia, que ella ya había intitulado “Así es la Vida”; pronto quizás más de lo imaginado podríamos tenerlo junto a nuestro regazo, de momento no sabemos si ya sus familiares tienen los originales de esa obra póstuma. De la maestra Isaura poetisa, educadora, fallecida en fechas recientes, a su 94 años, destaca su obra “Costumbres y Tradiciones de Upata”, entre otros libros de historia y poesía.
En este breve periplo debemos destacar otra obra, esta vez del profesor Eligio González periodista, poeta, exsidorista, locutor, hombre inquieto de la palabra y acción, quien bajo el patrocinio oficial publicó en fechas no tan lejanas un interesante libro sobre los Personajes de Upata, pequeñas biografías de hombres y mujeres de todos los ámbitos de la vida púbica, cultores, emprendedores, gente sencilla que marcó huella en su tránsito existencial por nuestra ciudad y región… El profesor Eligio nos tiene preparada otra sorpresa en modo de crónicas sobre anécdotas tan especiales, graciosas o picantes de nuestros personajes y personalidades de la Villa del Yocoima.
Tenemos en este paseo por la literatura que resaltar la labor creativa de nuestros poetas jóvenes que se asomaban o ratificaban sus vuelos líricos en 1993, la cual fue recogida en una interesante selección de sus versos denominada "Colinas y Colindantes". Ésta fue una publicación del Fondo Editorial Predios realizada por el también poeta Pedro Suárez, exdirector de cultura municipal, autor también él de obras como "Perfil de Agujas", "50 haikú para amarrar el Sol" y "Remiendos".
Otra obra a considerar de necesaria lectura es la "Fiesta Lírica Poesía y Breve Historia de Upata". Autor Juan Francisco
Girón. Dirección de Cultura y Educación Gobernación de Bolívar. 1966.
En Poesía tenemos el libro del profesor Daniel Ruiz “Levantando Piedras” expresión de una poesía con sello personal, de símbolo, intimista y audaz, juego de palabras, verbo profundo, se trata de una publicación de limitado tiraje, subvencionada con sus propios recursos. Más recientemente algunos de sus poemas fueron incorporados a un libro de antología latinoamericana de poesía y matemática.
Nuestros patrimonios
Reciente en materia de recopilación cultural tenemos el excelente tomo del Instituto del Patrimonio Cultural Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano, dedicado a los municipios Piar y Padre Pedro Chien, allí están las pequeñas biografías y referencia a los valores patrimoniales de ambos municipios objetos, lo construido, creación individual, tradición oral, y manifestaciones colectivas. Notable igualmente fue el esfuerzo editorial de la Diócesis de Guayana, que promovió en fechas cercanas un libro muy bien documentado sobre los templos, iglesias, capillas y congregaciones católicas de Upata.
Upata finalmente y por igual se constituye en objeto de estudio, de análisis, de fina prosa, de investigación o poesía en libros de variadísimo formato o temas. Entre éstos podemos destacar este estudio histórico sobre la propiedad de la tierra en Upata
Régimen de Tenencia de la Tierra en Upata Autor Marcos Andrade Jaramillo editado por la Academia Nacional de la Historia 1993, en el cual tenemos cuadros demostrativos de la importancia que tuvo en el valle donde está asentada la población el cultivo del tabaco, del cual se llegaron a cosechar por año centenares de miles de kilogramos. Este cultivo del tabaco en Upata fue el más importante de la villa durante las décadas finales del dominio misionero, entre 1780 y 1810, ya que la mitad de las mejores tierras del valle se dedicaban a su siembra y cosecha, que empleaba fundamentalmente mano de obra indígena bajo penosas condiciones de explotación y semiesclavitud. El otro cultivo predominante para la fabricación local de papelón y aguardiente era el de la caña de azúcar que se hacía fundamentalmente en las tierras ubicadas más allá del valle, y que empleaba predominantemente mano de obra esclava.
Explotación de los pueblos indígenas una pesada e injusta realidad en la Upata colonial y pueblos misioneros
De este libro de Andrade Jaramillo destacamos una extensa y documentada crítica sobre las condiciones de explotación a las que eran sometidos nuestros hermanos indígenas por los misioneros y los colonos de origen español, que se establecieron en la villa de Upata, lo cual comenta en los siguientes términos:
"La obra misional, con el pretexto de "civilizar" la
población autóctona comete toda suerte de abusos cuando utiliza la
mano de obra indígena en la conformación y mantenimiento de las
unidades de producción "comunitarias". En el trabajo de
comunidad el indio fue compelido a labores en plantaciones de donde
se obtenían diversos productos entre los cuales podemos señalar los
siguientes: tabaco, maíz, yuca, plátanos, arroz, algodón y cacao
además de frutas y legumbres en general. Estas plantaciones eran
productivamente diversificadas y se encontraban aseguradas por una
mano de obra gratuita y cautiva en los diferentes pueblos de misión.
Aparte del trabajo agrícola, los pueblos de misión fueron
organizados para trabajar de vaqueros en los hatos comunitarios donde
bajo la supervisión de un mayordomo ejecutan trabajos de pastoreo,
preparación de cueros y elaboración de quesos "...las misiones
se convierten en verdaderos emporios de riqueza pecuaria, agrícola e
industrial, de tal manera que para 1770 solo hato de la Divina
Pastora tenía más de 16.000 reses y para 1773 el considerable
número de 145.00 reses...
Las faenas realizadas por los indígenas en los hatos y haciendas de
comunidad fue complementando en la construcción y mantenimiento de
edificaciones e igualmente en labores domésticas. Durante el tiempo
libre, los indios tenían la obligación de trabajar en un conuco
propio con el fin de proveerse de sus propios alimentos. Los
misioneros eran celosos en el cuido del cumplimiento de tales tareas,
de ello dependía evitar que los indígenas misionados se
constituyeran en carga económica para la comunidad de religiones...El horario de trabajo era de doce horas diarias. Los descansos se
fijaban los días domingo, en época de Semana Santa y otras
festividades religiosas de importancia. Ni las mujeres ni los niños
se encontraban libres de trabajar; todos debían estar empleados en
alguna actividad. En el conjunto de labores de la comunidad se
verifica una marcada tendencia hacia la división sexual y
especialmente del trabajo. En las vaquerías las faenas eran
efectuadas fundamentalmente por hombres. Las mujeres compartían las
labores del campo con las domésticas......Las relaciones de autoridad verificadas en los hatos, haciendas y
conucos familiares difieren a la efectuada en los pueblos de misión
donde el gobierno lo ejerce directamente el Padre Misionero del
pueblo y sus auxiliares. Debe establecerse que las funciones del
mayordomo eran realizadas por negros libres y en algunos casos por
esclavos negros. El mecanismo utilizado en la comunidad para
remunerar el trabajo del indio fue el pago en especie, nunca en
dinero. En las "peonadas" se les suministraba toda suerte
de implementos simples de trabajo y telas para la confección de
vestidos "...Asi mismo compra el P. Procurador de cuentas del
común, hachas, machetes, cuchillos, coletas y demás rescates con
que pagan a los indios el valor de los jornales de los dias que
trabajaron en las labranzas a beneficio del común...
El indio misionero en teoría era hombre libre; empero, por su misma
situación se encontraba imposibilitado de contraer y transitar sin
autorización expresa. La cautividad a la que es sometido, erige esta
parte del conglomerado social en la fuente principal de suministro de
la mano de obra Requerida en los demás pueblos de la región. El
provecho sacado fuera de la comunidad, carece de significación; por
muchos días de trabajo el indio sólo recibía unos cuantos
instrumentos como remuneración, y en aquellos casos cuando era
trasladado a los pueblos, ciudades y villas, no se les otorgaba
alimentos para emprender caminos de regreso. Esta razón, impedía
que los mismos se apersonaran con prontitud en sus pueblos de origen
al verse obligados a proveerse de los alimentos tomándolos de la
propia naturaleza... Por virtud de una Real Provisión de 1791, el
trabajo indígena en la zona quedó reglamentado' bajo un conjunto de
normas. Pero este novedoso instrumento jurídico se convierte en el
burladero oficial por cuanto disimula la explotación a la cual fue
sometida la población aborigen, quien en términos generales, es
compelida a dejar sus propias tierras bajo el pretexto de salarios en
poblaciones distantes, amén de que las normas que le favorecen se
convierten en letra muerta...Paralelamente a la importancia económica alcanzada en los pueblos de
misión, brillo que coadyuva a la desmembración de los resguardos
indígenas, los pueblos de "blancos" y en especial la villa
San Antonio de Upata, adquirieren una notoria relevancia en cuanto a
la producción agropecuaria.
En el caso Upata, las relaciones de
producción obligaron el uso de una copiosa mano de obra aborigen que
es reclutada forzadamente para trabajar en esta localidad. La villa
de Upata, tiene el triste mérito de ser el lugar donde se escribe el
más sangriento capítulo de la historia del aborigen guayano por
cuanto sus colonos tomaron y explotaron sin ningún sentido de
humanidad la mano de obra aborigen describiendo una relación que
diezma significativamente este importante conglomerado social, el
cual, se debilita frente a las apetencias de los colonos de la
provincia quienes permanecen atentos para hacerse del mayor número
de tierras posibles aún cuando para ello deban emplear la
usurpación...Con motivo de la fundación de la villa de Upata, en el año 1762, se
da inicio al proceso definitivo de la repartición de la tierra en
manos privadas. Según expresas disposiciones de la corona, todo
vecino villense debía recibir a expensas de la Real Hacienda
alimentación gratuita por un año además de tierras para sus
explotaciones agropecuarias'"; los misioneros estarían
encargados de suministrar los alimentos para que los nuevos colonos
pudieran desarrollarse. En el caso de Upata, los capuchinos catalanes
asistieron a los nuevos habitantes además de que de parte de la
hacienda se les entrega veinticuatro parcelas a igual número de
vecinos quienes provenientes de Araya, convienen en poblarse en villa
a las inmediaciones del río Yocoima...
El desarrollo de los colonos upatenses, expone el uso de la mano de
obra aborigen en forma gratuita como ejercicio de uno de los
privilegios concedidos a los mencionados vecinos como incentivo para
poblarse en la zona. En vista de las presentes condiciones, la muerte
del indígena en trabajos forzados o por castigos excesivos, no
ocasionaba pérdidas económicas; la reposición de la mano de obra
podía efectuarse con rapidez extrayéndola de los pueblos de misión
o bien cazándola en los bosques de la región. El indígena no solo
fue explotado por los colonos españoles, también entregado en
calidad de peones a la gente de color libre existente en la región;
pardos, zambos, mulatos y hasta negros se beneficiaron de la mano de
obra aborigen. Esta innovación produjo agudas críticas por parte de
los misioneros, los cuales motivaron reacciones de la corona quien
termina ordenando "...que no se separen /indios/ con motivo
alguno a trabajar en labranzas de negros, mulatos, ni otras castas
inferiores,..."... Después de la cría de ganado, la Renta del
Tabaco se constituye en uno de los negocios más atractivo en la
zona; su colocación en el mercado antillano deja las ganancias
suficientes como para incentivar una verdadera cacería de tierras
sujetas a resguardos que llama a que los plantadores terminen
enfrentándose en repetidas oportunidades con las comunidades de
religiosos quienes defienden los resguardos como cosa de su
propiedad".
Esta contundente exposición de Andrade Jarmillo sobre el régimen de
sometimiento violento del indígena en Guayana está basada en
testimonios, documentos y estadísticas oficiales, textos de los
propios misionero, algunos de los cuales se guardan en el Archivo
General de Indias, el Archivo General de la República y en otras
bibliotecas públicas, y que por lo tanto tienen suficiente peso como
para generar el cuestionamiento de ese sistema de producción basado
en el exterminio étnico, y la explotación del habitante originario
de estas tierras, en especial de la población de guayanos, que fue
literalmente arrasada o sometida condiciones de existencia precarias,
de semiesclavitud, esclavitud y miseria generalizada. Fue sin duda un
capítulo oscuro, cuestionable, de nuestro origen y evolución
temprana como Villa y del rol que jugaron los padres capuchinos en
las llamadas misiones del Caroní, que no puede ser ocultado, y que
evidencia las condiciones reales bajo las cuales se llevó a cabo el
proceso de poblamiento y producción en la Guayana venezolana, desde
la tercera década del siglo XVIII hasta la entrada de Ejército
Libertador a las Misiones en febrero de 1817.
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