sábado, 12 de septiembre de 2020

El parque natural o zona protectora norte de Upata es una propuesta de biodiversidad y conservación de su medio ambiente circundante. La meta es proteger su patrimonio botánico, de fauna, recursos hídricos y afloramientos rocosos del Complejo Imataca

Sobre las cimas de los colinas más bajas de la serranía de El Toro surgen enormes lajas intensamente meteorizadas conformadas fundamentalmente por cuarzo, feldespatos, micas y en menor proporción piroxenos y anfibol.
Hermoso bosque tropófilo, o caducifolio, sobre suelos rocosos ocultan pequeños cuerpos de agua que drenan hacia la quebrada de El Caballo.
Las rocas más enormes suelen brotar como afloramientos, tipo laja, sin embargo esta imponente mole de 7 metros de alto por 15 m de largo y 7 m  ancho, descansa a ras de suelo; se encuentra en la larga cadena de colinas que une al cerro El Toro con su cerro gemelo de La Viuda. Se trata de un material rico en cuarzo fedespato, es decir es una roca félsica, ácida, que en su parte exterior se encuentra fuertemente meteorizada, y exhibe varios desprendimientos de su estructura.
A lo lejos al Oriente visible la silueta del Toro y más atrás la colina de El Jobo o las Antenas. Desde esta vista se evidencia la variedad vegetal de estos paisajes, donde se alternan flora saxícola, es decir que crece sobre substratos rocosos, bosques bajos y medios, densos la mayoría, y la dominante sabana de sus laderas más próximas a la ciudad.
Rocas metamórficas, vegetación de sabana, relieve abrupto al fondo y el valle del Yocoima, todo ello configura un mágico escenario natural digno de ser preservado para el disfrute de nuestras generaciones futuras y la conservación de frágiles ecosistemas que están siendo afectados progresivamente por actividades antrópicas.

En el cerro El Toro, superada la cota 550 metros sobre el nivel del mar, surgen como rocas predominantes las cuarcitas ferruginosas, como peñascos flotantes de hasta 3 metros de diámetro, también como material suelto a nivel del suelo o formando parte del perfil del subsuelo.   
 
Con la finalidad de preservar su patrimonio geológico, y garantizar la perpetuidad de sus formaciones vegetales de sabana y bosques Upata requiere con urgencia su geoparque y reserva de flora silvestre protectora de nacientes de agua. El sitio a proteger es el que por tradición y variedad de sus paisajes, relativo buen acceso a caminantes, excursionistas, debe ser ratificado como Parque Natural El Toro la Mesa y Guacarapo Manantiales de la Viuda. 
Se trata de un área que en su conjunto supera largamente las 4 mil hectáreas o 40 kilómetros cuadrados, una superficie semejante al del valle del Yocoima, si efectivamente se logran extender sus linderos hasta la cadena de cerros y estribaciones más elevadas de la Sierra Imataca y próximas a la ciudad al norte: desde su franja cercana a las nacientes del río Upata, en los lomeríos Sur y este del embalse El León hasta las colinas y montañas del eje El Candado Hato Maiquetía en la ruta a El Buey. 
Sería sin duda un proyecto ambicioso, factible de ser impulsado desde la Alcaldía de Piar, la Gobernación, el mismo Ministerio de Ecosocialismo, y con el peso de las agrupaciones conservacionistas, ONG, universidades como la UNEG, y especialistas y ciudadanos preocupados por el medio ambiente, que tengan a bien sumarse a esta iniciativa. Quizás la circunstancia actual de deterioro de la institucionalidad del Estado por la grave crisis de ingreso que sufre la nación y por la ausencia de iniciativas ciudadanas en ese sentido no hagan viable la concreción de esta propuesta en el futuro inmediato, pero sin duda se trata de una idea a tomar en consideración, más aún cuando la ciudad de Upata no cuenta con una zona protectora de vegetación, biodiversidad y recursos hiídricos, tal como la que le fuera asignada en la década de los 70 y 80 por las autoridades gubernamentales. En esos años el Ministerio del Ambiente y el extinto Ministerio de Desarrollo Urbano Mindur emitieron sendas resoluciones al respecto en consonancia con el Plan de Desarrollo Urbano de Upata. 
Pero estas decisiones y orientaciones quedaron en el papel y se desvanecieron, mientras en paralelo se incrementaron las intervenciones humanas sobre los frágiles ecosistemas de bosque, sabanas y valles, que abrazan al valle por sus cuatro puntos cardinales, y en especial por esta zona verde del norte y noreste de la ciudad. Upata bien podría haber tenido su Parque Natural, Zona Protectora, y por qué no un gran Parque Metropolitano, o un  Parque Nacional, sobre estos parajes y sus variados relieves, ecosistemas y valores paisajísticos, así como lo tienen la mayoría de las ciudades. 
Lamentablemente no fuimos capaces de conformar un movimiento de presión en ese sentido y el Estado en todas sus instancias tiene una deuda en material ambiental con nuestra ciudad, asediada en toda su geografía por la contaminación de su río Yocoima y sus afluentes, por la quema y tala, la invasión de espacios naturales, la devastación de bosques, la extracción desordenada de material arcilloso para la construcción y la contaminación de su suelo por la acumulación de desechos sólidos. 
Para colmo el hecho de reservar áreas naturales para futuras explotaciones mineras, relacionadas con la extracción de caolín y bauxita, algunas de las cuales se llevaron a cabo sin mayor rigurosidad por controlar los impactos ambientales, fue la excusa perfecta esgrimida por quienes argumentaron que no era viable la creación de la zona protectora verde de Upata y su gran parque natural.  Lo justificaron señalando que en gran parte el macizo colinoso del norte de la ciudad estaba destinado al uso minero, debido a la supuesta cuantía de las reservas de bauxita y caolín  en los cerros Copeyal, Los Chorros, y La Mesa. Por tal razón alegaban que tales áreas de reserva minera nacional no podían ser integradas como parte de la zona protectora propuesta para la ciudad.
En cualquier caso esas consideraciones quedaron sin efecto, debido a que las reservas de bauxita y caolín de nuestros cerros, por su reducido volumen, pues no llegan en su conjunto ni a 10 millones de toneladas métricas, no son competitivas con respecto a los enormes yacimientos de Los Pijiguaos, La Sirena en El Palmar y el Km 88 en Sifontes. Por ello no se justifica que se siga insistiendo en que son tierras aptas exclusivamente para la minería, es tiempo ya de redefinir ese uso y evitar en consecuencia que  sigamos permitiendo invasiones, abusos, y el destrozo de esos espacios geográficos, que obviamente si se adicionan como zonas protectoras pueden mantener y recuperar su valor como áreas naturales de biodiversidad y protección ambiental.  
Finalmente insertamos en esta entrada una extensa galería fruto de nuestras incursiones recientes en estos escenarios naturales que- a pesar de estar siendo sometidos a mucha presión antrópica, humana, por el tema de la falta de gas y la necesidad de leña para la preparación de alimentos, y por la extensión progresiva de la frontera agrícola y la cría de ganado vacuno en algunos espacios abiertos- todavía cuentan con amplias zonas no intervenidas, donde la naturaleza y la biodiversidad, y las evidencias rocosas del complejo pasado geológico están presentes y deben ser preservadas. Algunas plantas y rocas están debidamente identificadas y descritas por el autor del blog, pero obviamente por el hecho de no ser experto en botánica y geología, en otros casos esos elementos son colocados sin su debida denominación, a la espera de contar con la información precisa al respeto. 
 
GALERÍA DE ROCAS  Y PLANTAS DE LA SERRANÍA NORTE ESTE DE UPATA
 
 ROCAS Y LAJAS COMPLEJO IMATACA PREDOMINIO DE METAMORFISMO
 
Muy cerca del tope del cerro El Toro, a 660 metros sobre el nivel del mar se localiza este corte exploratorio, donde es visible la veta de caolín, un mineral de amplia demanda para la industria de la cerámica, pintura,  refractarios, cosméticos y abonos. Compuesto de caolinita Al₂Si₂O₅(OH)₄ en estado casi puro, el caolín es el producto más abundante de la descomposición química del feldespato potásico KAlSi3O8 contenido en  las rocas ácidas típicas de esta serranía: granulitas y gneis. Afortunadamente para quienes preferimos preservar estos ecosistemas la cuantía de la reserva es pequeña y por lo tanto no es factible económicamente explotar este recurso mineral. 
Imponente roca sobre un matorral o manchón boscoso, en lo alto de una de las tantas colinas que adornan esta serranía, que se levanta sobre un suelo en extremo rocoso.
Más arriba en la ruta a la colina de El Jobo, las rocas cambian su composición mineral, con predominio de hierro, sulfuros, en simbiosis con el cuarzo. En las partes más altas de la serranía de El Toro, el material rocoso predominante es la cuarcita ferruginosa, con un tenor de hierro entre 20 y 30 por ciento, que no lo hace factible de explotación. Allá cerca de la cima o tope del cerro también está su famosa mina o corte exploratorio de caolín. En El Toro no se han encontrado yacimientos de bauxita, como sí los hay en su vecino cerro de La Mesa, cuya cima relativamente plana se alza a 640 metros sobre el nivel del mar.

Manteco creciendo junto al abundante substrato rocoso.

La interperie, el agua, la insolación extrema, los ácidos y la acción física de las raices aceleran el proceso de meteorización de las rocas, que se descomponen y permiten la formación de los suelos arenosos y ácidos típicos de estas zonas montanas.

Las rocas a flor de suelo, como material suelto o como afloramiento,  le da a este paisaje su singularidad, rompiendo la monotomía de la sabana y los bosques.

Si bien no se presentan con la abundancia de la provincia de Pastora, la región de las rocas verdes y el oro, en la zona de Imataca en este escenario natural de El Toro el cuarzo surge en pequeñas áreas, como material flotante. Aquí este óxido de silicio surge como rocas de pequeño tamaño que son opacadas en volumen y masa por las lajas de gneis, granulitas y cuarcitas ferruginonosas. En las gráficas aparecen algunos asociados con minerales oscuros tipo anfibolitas..

Costra oscura, óxidos de hierro y manganeso, al interior la gran roca revela su composición con predominio de minerales claros, cuarzo y feldespasto, algunos ya formando terrones de arcilla clara y arenilla. Son las rocas félsicas, las que abundan en las colinas más bajas de la serranía de El Toro.
Formas y posturas caprichosas, la roca más chica, con sus manchones de óxido y arcilla, se posa sobre la laja que surge del interior del cerro. Al fondo se observa parte del sector oriental del valle del Yocoima.

Desde la laja mirador de la colina se visualiza la urbanización Manuel Piar

La gran roca en equilibrio perfecto, a su lado el excursionista, queda sin duda opacado.

Las rocas se muestran acá en su plenitud, oscurecidas por los óxidos, en su costra exterior, unas; otras, con tonos más claros; algunas se exhiben dispersas; todas con sus formas irregulares y caprichosas, fruto de la interpérie y la acción de los agentes físicos. Ellas son en gran medida las protagonistas de muchos paseos, y con su dura firmeza son útiles para el descanso, el relax, la contemplación de la cercana ciudad. En fin en esta serranía tenemos sobrados ejemplos de cómo la naturaleza y la geología combinadas configuran un excepcional escenario de paisajes y ecosistemas. Poco sabemos la gran mayoría de los mortales sobre las rocas, su composición, estructura, origen y los complejos nombres de sus minerales y procesos, eso sí las usamos, contemplamos admirados, nos sirven como material de construcción, y sus minerales metálicos o no con sus miles de aplicaciones industriales, utilitarias forman parte esencial de nuestra cotidianidad e incluso su abundante uso es indicativo de progreso, bienestar, desarrollo. Ante esta falta de información, conocimiento, y saberes sobre ellas que mejor idea que convertir también a nuestros cerros en un geoparque, una figura de protección del patrimonio geológico, aprendizajes y contacto con la tierra y su corteza superior, que en Venezuela no hemos desarrollado adecuadamente. Insólito que ello ocurra precisamente en la región Guayana, en nuestra Upata, que se levanta sobre el macizo más antiguo de la Tierra en un valle y colina donde las rocas forman parte esencial de sus paisajes, incluso extendiendo su dominio en el relieve accidentado de los cerros y hasta en las zonas llanas del interior del valle, donde las lajas, peñascos y rocas de todas las formas, son nuestras compañeras permanentes.   
 
VEGETACIÓN EN LAS LADERAS, CUMBRES Y LAJAS
 
Este arbuto es muy abundante en las zonas abiertas del cerro El Toro, en especial en sus áreas pedregosas y de sabana, el nombre científico del Carnestolendo perteneciente a la familia de las Bixaceae es Chochlospermun orinocense. Se caracteriza primero por su forma alargada, con hojas muy escasas cercanas a su base y al tronco, y sus llamativas flores de un amarillo intenso con trazos anaranjados que brotan en la parte alta de la planta. Debido a su alargada forma, cuando se trata de ejemplares jóvenes. recibe también el nombre de flechero. Ya en su madurez algunos ejemplares de ramifican y en vez de escasas presentan abundante floración.

El cerro El Toro refugio de fauna y biodiversidad, en la gráfica una langosta o saltamonte gigante posada sobre las ramas de un yacuare.

Bejuco en las margenes de la quebrada de El Caballo

Esta especie otrora abundante en este sector del cerro El Toro, márgenes de la quebrada de El Caballo, es el Jebe, del género Lonchocarpus, perteneciente por lo tanto al grupo del mahomo, crece en los bordes del camino al Dique en áreas semisombreadas. Fundamentalmente el jebe se desarrolla acá como un pequeño arbusto, que se bifurca a baja altura en ramas delgadísimas, tiene llamativas flores blancas en panículas que alterna que se exhiben al lado de sus vainas alargadas. En los sectores más húmedos del cerro el jebe se desarrolla como árbol de pequeña a mediana altura.

Esta especie Peltogyne floribunda mejor conocida como zapatero abunda sobre todo en el área boscosa cercana al dique del Cerro El Toro, pero también se pueden encontrar algunos ejemplares de mediano porte, con una altura máxima de 10 metros, en el bosque aledaño a la quebrada de El Caballo. El zapatero posee una madera muy apreciada, y por lo tanto junto al palo blanco ha sido ha sido sometido a intensa explotación en nuestras selvas del norte de Guayana. Es un árbol que en condiciones ideales llega a medir 35 metros de altura, acá en el Toro rara vez llega a los 20 metros, sus hojas bifoliadas se mantienen siempre verdes, aún en la sequía más extrema, así que no es un árbol deciduo propiamente. Es una leguminosa fabaceae perteneciente a la subfamilia de las Caesalpinioideae.

Otra especie presente en este bosque de la quebrada de El Caballo es el jobillo, en la gráfica mostramos sus frutos verdes en un ejemplar de mediano porte. Este arbol pertenece a la familia de las Anacardiaceae, su nombre científico es Tapirira sp, está muy emparentado con el jobo spondia mombin, su fruta es comestible, de porte o tamaño mediano a pequeño, crece como arbusto o árbol en los bosques tropófilos de Imataca y de las colinas cercanas a Upata.   

Otro hermoso representante de este bosque de galería en sus franjas más húmedas en la rosa de montaña Brownea macrophyla, arbusto que suele ocultarse bajo otros árboles más altos, sus hojas siempre verdes, tiene un hermoso tallo leñoso por lo general ladeado, y sus vistosos tonos rojos, en capullos dirigidos hacia abajo, le dan una exuberancia muy particular al ecosistema.


Pequeña miconia sobre sustrato de roca.
Melocactus creciendo sobre dura roca, una de las cactaceaes más abundantes en el cerro El Toro.

Especies saxícolas compitiendo por la supervivencia en un microecosistema rocoso.
Policourea, muy abundante en las cotas altas de la serranía.
Policoureas en floración en la sabana pedregoso, este arbusto  pertenece a la familia de las rubiaceaes, por tanto es pariente del café.
Mereyal en un camino campesino

Enorme cardón de casi 10 metros en un bosque bajo.

Hojas y flores secas del chaparro Curatella americana, el arbusto más común en el cerro El Toro, su nombre común y apariencia es muy conocida por la gente, pertenece a la familia de las delliniaceas.

Mono araguato confundido entre la selva de galería de la quebrada de El Caballo, a pesar de la presencia humana estos ejemplares pertenecientes al género alouatta siguen merodeando por este sector del cerro.

Bromeliacea epífita abundante en las quebradas del cerro.

Cocuiza, a un costado de un pequeño dique de un pequeño torrente en el cerro, que tributa a la quebrada de El Caballo por su margen derecha.
Matapaloo dominando ecosistema húmedo en una naciente de la quebrada El Caballo, árbol pertenece al género ficus y la familia de las moraceae.

Tronco muerto de un pithecellobium cerca de un curso de agua
Vegetación herbácea colonizando ecosistema rocoso
Las araceaes se adaptan tanto a las temperaturas extremas de las zonas rocosas como los ambientes húmedos del bosque
Cardonales y plantas suculentas creciendo sobre ambientes rocosos.
Pequeño árbol de aceituno en un conuco del cerro
Bosque en ladera frente a la zona urbana de Upata
Arbusto de la familia de las euphorbiaceae, muy común en la zonas protectora de la quebrada de El Caballo..
Jebe con sus flores ya marchitas,la especie pertenece al genero Lonchocarpus
Legumbres de Bauhinia "pata de vaca" en el camino a las Antenas, esta especie estuvo en floración en junio y julio, para septiembre ya exhibe sus vainas.  

Indio desnudo, pellejo de indio o palo mulato, Bursera simaruba. Árbol perteneciente a la familia Burseraceae


Bauhinia en floración durante la temporada de sequía.

Galería de Rocas Colección de Cerro El Toro
 
Roca máfica con predominio de minerales oscuros:  piroxeno, mica biotita y anfibol.
Roca clara félsica con predominio de feldespato y cuarzo, intensamente afectada por la meteorización.
Trozo de cuarzo flotante: óxido de silicio
Cuarcitas o cuarzo con trazas de feldespato
Caolín con partículas de cuarzo.

Rosca con costra de óxido de manganeso
Cuarcita ferroginosa  o jaspilite.

Rocas  ácidas bandeadas y fuertemente afectadas por la meteorización química  con claro predominio de cuarzo y fesdespato, la segunda.
Roca metamórfica sumamente dura, una granulita con evidente predominio de cuarzo y feldespato, salpicado con piroxeno o anfibol.
Cuarcita ferroginosa de mayor tenor localizada en las zonas más elevadas del cerro, entre 550 y 680 metros sobre el nivel del mar.
Cuarcita ferruginosa o anfibol con cuarzo incrustado.
Otra roca ácida fuertemente meteorizada
Con sus caras pulida cuarcita ferruginosa de pequeño tamaño, abunda como material suelto  
Granulita félsica redondeada.
Roca degradada por la meteorización, convertida casi en material arcilloso, exhibe óxido de hierro.
Roca máfica degradada, su forma curiosamente  parecida a un primate fosilizado
Roca degradada por la meteorización, muestra cristales de cuarzo gruesos y feldespato alterado. 






Salvo las cuarcitas ferruginosas las rocas claras félsicas y algunos cuarzos flotantes forman el material rocoso predominante en la serranía. 

1 comentario:

Alí Reyes dijo...

Qué fotos tan maravillosas. Sobre todo las que ven a Upata desde las colinas.
Gracias hermano. Saludo desde el sur de Brasil.